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Títeres para ver, tocar y disfrutar

"Siempre ofrezco a la gente la posibilidad de usarlos, aunque hay quien no se atreve", dice Joaquín Hernández

Arriba, Joaquín Hernández con un títere; a la izquierda, un títere clásico español. Sobre estas líneas, chinos. M. N. M.

Joaquín Hernández abrió en 2012 el Museo del Títere en la parroquia sierense de Vega de Poja movido por su pasión por el teatro de marionetas y por su vocación de mostrar a la gente un mundo mucho más rico de lo que suele creer. Desde entonces, nunca faltan personas o familias que se acercan a las instalaciones para conocer no solo las figuras -y todo lo que hay a su alrededor, como objetos, teatrillos, sellos, cualquier cosa que esté relacionada con los títeres tiene cabida aquí-, sino, lo que es igual de importancia: su historia, su procedencia o la forma en que se usan.

Desde su nacimiento, el museo ha ido incrementando paulatinamente su colección. Las últimas adquisiciones son unos títeres de agua que Hernández se ha traído de Vietnam, que tienen una técnica muy curiosa, desconocida en nuestro país, y que los visitantes conocerán en el museo.

Las instalaciones acogen títeres de los cinco continentes, y de las técnicas más diversas, desde sofisticadas marionetas de cuerda hasta los títeres de guante pasando por muñecos de sombras. Todos ellos tienen su historia, una historia interesante que cobra vida en Vega de Poja. "Es lo que más valora la gente, lo ven como un espacio atractivo; cuando viene una familia, por ejemplo, a una visita guiada, ves que los niños disfrutan mucho, pero los padres también, hay muchos que disfrutan" explica Joaquín Hernández.

A diferencia de otros museos, el de títeres ofrece la posibilidad de ver cómo las figuras se mueven, porque Hernández le hace demostraciones al público, y también de tocarlos. "Algunos se pueden tocar; siempre le ofrezco a la gente la posibilidad de acercarse a ellos, de usarlos, de probar, y aunque hay gente que no se atreve o a la que no le apetece, otros lo disfrutan mucho", dice.

El museo ofrece visitas guiadas todos los domingos del año, y también la posibilidad de asistir con cita previa. Por otra parte, organiza talleres en los que los visitantes no solo conocen las marionetas sino también el taller en el que el propio Joaquín Hernández crea las suyas. Y todos se van con un títere sencillo de su propia creación.

El promotor del museo cree que su propuesta debería tener un mayor apoyo municipal. "Este museo es distinto, ofrece algo nuevo, diferente y atractivo a la gente que visita el concejo, que está claro que no busca ni playa ni montaña, porque eso lo tiene en otras partes de Asturias; quien viene a la zona centro quiere otro tipo de cosas, y el museo puede formar parte de lo que se les ofrece", sostiene

Lo cierto es que el museo sorprende siempre a quien lo visita, porque se espera un espacio más modesto y con menos variedad. Pero ya al entrar se encuentra con un títere gigante en una esquina, con teatrillos y con piezas de todas las formas y colores, que en un momento, y merced al trabajo de Joaquín Hernández, llegan a cobrar vida.

Lo que necesita, dice, es más publicidad, más proyección, algo que sólo puede conseguir con apoyo público. El museo, y las joyas que atesora, merece la pena.

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