A la hora de escoger una buena cebolla hay que fijarse, en el caso de la variedad conocida como paja virtudes, en que sea "chatina, amarilla, dura, pero sin exceso, para que al cocinarla se deshaga". Lo asegura Miguel Martínez, agricultor de Pola de Siero que ayer, como cada martes, vendía los productos de su huerta en el mercado. Entre ellos, este preciado ingrediente en la cocina asturiana, que cotiza a 1,80 euros el kilo. Es cierto que a una buena cebolla tampoco le ha de faltar ese intenso olor que la caracteriza.

Miguel Martínez explica que se cosecha entre agosto y septiembre, después de haberla plantado entre febrero y marzo, aunque es una fecha bastante flexible dependiendo de la zona. En Siero "se da bien", destaca. Agrega que es un cultivo que requiere suelo arcilloso y bastante agua al principio, en los primeros meses, pues una vez que se forma el bulbo precisa un tiempo más seco.

Pero si de algo tiene mala fama la cebolla es de hacer llorar en la cocina, a la hora de partirla. Este agricultor de Siero lo explica: "tiene un componente que al contacto con el aire se convierte en gas". Es la razón por la que el ojo suela dar rienda suelta a la lágrima cuando se trae entre manos una cebolla. También es cierto que unas hacen llorar más que otras. "Por eso se dice que la cebolla es un poco 'venenosa' y es mejor comerla cocida", comenta.

No obstante, es un producto de uso habitual en la cocina, que no falta en casi ningún guiso y del que hay disponibilidad prácticamente todo el año porque es bastante duradero si se conserva en buenas condiciones.