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Fermín se despide de Aguilar

"Fueron veranos maravillosos", sostiene el empresario que deja el bar de la playa de Muros de Nalón tras 36 años, incapaz de conseguir trabajadores

"Fermín, una caña bien fría". "Fermín, prepárame un bocadillo para el niño". "Fermín, una de calamares". Y así durante treinta y seis veranos. Pero Fermín García Álvarez echa el candado y pone fin a una vida dedicada al bar Náutico de la playa de Aguilar, en Muros de Nalón. El próximo verano ya no estará al frente de la barra para organizar las comandas y tomar nota de los pedidos, porque, explica, "no puedo disponer de la familia como hasta ahora, me cuesta encontrar gente que quiera trabajar y yo solo no puedo llevar el negocio".

García ha trabajado en el bar junto a su mujer, Conchi, y con la ayuda de sus hijas, Cristina y Marta, desde que eran adolescentes. "Me ayudaron muchísimo, son muy competentes. Lo que pretendía cuando las puse en el puesto de los helados era que valorasen el trabajo", comenta. Ahora una trabaja como traductora en Inglaterra y la otra es matemática en una multinacional asentada en Asturias. Son su máximo orgullo.

Les quiso enseñar el valor del esfuerzo porque cuando era un joven que "paseaba libros" por la Facultad de Empresariales su padre falleció y tuvo que dejar los estudios para ayudar en casa. Se empleó en montajes y puso el bar El Phelotas en Muros de Nalón en la década de los setenta del pasado siglo, pero la subasta para explotar el bar Náutico atrajo su atención hace 36 años. "Vimos que podíamos vivir aquí y fue como lo cogimos. Empezamos para tres años", detalla.

Así comenzó a trabajar en el conocido bar de la playa de Aguilar. "Es un sitio envidiable, con gente fija todos los días y muy familiar. Llevo aquí toda mi vida, ésta es mi playa". García recuerda veranos de los años ochenta y noventa del siglo XX atestados de gente en el arenal, aunque destaca, por encima de todos, el año 1989: "Fue el mejor, impresionante, e hizo mucho sol, un verano larguísimo con muchísima gente", recuerda. Veranos "maravillosos" en los que había que trabajar duramente, de sol a sol, pero que tenían recompensa.

Por aquella época llegaban hasta 42 autobuses al día con trabajadores de Hunosa, "era una barbaridad", comenta, y los vecinos de Pravia, Cudillero, Salas y Grado, de cabeza a darse un chapuzón en el Aguilar: "Los lunes eran como domingos, porque venían en Autos Nieto de Grado, es el día que cierra todo allí".

En los noventa se animó a contratar orquestas para las noches de los viernes, llenando la playa de buen ambiente y fiesta, "pero empezamos a observar el 'botellón' y pagar la orquesta para que trajeran la bebida... como que no", dice. Fueron años de mucho trabajo y estrés en la cocina, donde Conchi daba de comer y merendar a media playa, pero "acertaba en el sabor de las comidas". García asegura que en sus 36 años al frente del bar de la playa se ha ganado el cariño de muchos de sus clientes, algunos ya amigos. "Es lo que voy a echar más de menos", señala.

"Montar algo"

De su larga época en el Náutico se queda con lo positivo: los clientes, el buen ambiente y todas las personas que trabajaron codo con codo con su familia. No puede nombrar a todos, pero sí quiere tener un recuerdo especial para uno de sus camareros, ya fallecido, Carlos María Hernández, "Cuqui".

Ahora encara una nueva etapa, tras no poder conseguir trabajadores: "Antes venían a pedir trabajo y ahora muy poca gente quiere trabajar sólo el verano, y eso que pago seis meses de Seguridad Social", lamenta. Aún le queda año y medio para la jubilación. "Nos arreglaremos como podamos, la mujer quiere montar algo que podamos llevar nosotros", añade. Anima a los jóvenes a hacerse con el bar en la subasta pública: "El que tenga ganas de emprender y, sobre todo, sea trabajador no tendrá problema", concluye.

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