Una obra de arte cuyo museo es una tienda de electrodomésticos. Una réplica a escala de la basílica de Covadonga hecha con todo detalle a lo largo de cuatro años. Jorge Fernández Valduvieco, comerciante y vecino de El Berrón, invirtió nada menos que 3.000 horas en dar forma a esta pequeña maravilla. Un reto que el autor reconoce que fue "demasiado" ambicioso, aunque, una vez culminada, la obra sólo le genera orgullo y suscita admiración en todos los que la descubren.

Su afición por las miniaturas le llegó de casualidad. "Mi hijo Jonathan me regaló hace unos años un puzzle en tres dimensiones de Santa María del Naranco y empecé a aficionarme", señala Fernández, que, después de eso, comenzó a confeccionar hórreos, picado con su cuñado, y hace casi un lustro decidió dar el salto con una réplica de la iglesia de San Juan de Berbío, parroquia piloñesa de la que es natural su mujer, Carmen, a la que dedicó nada menos que once meses.

El resultado de aquel primer templo en miniatura fue muy aplaudido por todos. Sin embargo, quiso ir más allá y abordar un desafío a mayor escala. Un trabajo que le llevó casi cuatro veces más de tiempo y un resultado incluso más admirable. Con 1,45 metros de alto, casi dos metros de largo y 1,2 metros de ancho, la basílica de Covadonga de Jorge Fernández se ha convertido, sin duda, en una maqueta única.

Las dimensiones del trabajo son lo de menos, pues lo que más llama la atención es la calidad y fidelidad de los acabados, que son un calco de la realidad. Las torres, los escudos, el tejado y hasta las veletas reflejan a la perfección la estampa del exterior de la basílica, que está calcada, igualmente, en el interior. Los bancos, elaborados con madera de los embalajes de los electrodomésticos y unos confesonarios hechos con todo detalle redondean un obra digna de cualquier museo de primera línea.

Para esta meta, el sierense no escatimó esfuerzos. "Había días en los que me levantaba, trabajaba hasta comer y después retomaba el trabajo hasta acostarme", explica. Trabajó a destajo la piedra arenisca para confeccionar las incontables piezas que iba colocando para reproducir cada esquina del templo. "Utilicé herramientas de azulejista para conseguir diferentes formas, como escudos, ventanas o columnas", apunta sobre una labor para la que empleo piedras tanto blancas como de color. "Cuando se me acabaron las de color, no me quedó otra que pintar", relata en referencia a las soluciones que iba ideando.

Lo que más llama la atención de esta impresionante réplica es, precisamente, la originalidad del autor en la búsqueda de las soluciones que le permitiesen conseguir el mayor parecido al templo real. Así, en el tejado puede verse cómo reprodujo las cubiertas utilizando varillas de paraguas que separaban las distintas piezas de piedra que lo completan. "Pedí a los vecinos que me guardasen las varillas de paraguas que fueran a tirar, pero en algunas épocas escaseaban", cuenta, para luego explicar cómo remató las decenas de ventanas. "Usé trozos de cristal que fui pintando con rotuladores para que parecieran vidrieras", indica.

La cosa no se quedó ahí, pues trató también de dar un realce al proyecto con la colocación de focos de luz alrededor del templo. "Hacer la instalación también llevó lo suyo, pero quizás fue de lo menos laborioso, explica mientras enciende las luces que realzan el esplendor de la maqueta.

Toda una joya que ahora expone en su trastienda junto a la iglesia de San Juan de Berbío, pero que no descarta ampliar. "La idea es poner la estatua de Pelayo, así como un poco de la plaza", indica este ambicioso aficionado, que ya apunta a nuevos objetivos. "Planeo hacer una réplica de Valdediós", anuncia. Será un proceso laborioso; en el caso de la basílica de Covadonga, la elaboración de la maqueta le llevó a viajar en varias ocasiones a la zona para tomar fotos que le sirvieran de referencia. "Estoy muy agradecido por las facilidades que me dieron", destaca de los responsables del complejo religioso, que ya tiene su pequeña embajada en una tienda de electrodomésticos de El Berrón, si bien la pieza, por calidad, bien podría terminar expuesta en un museo. "La hice desmontable, no vaya a ser que haya que trasladarla algún día", deja caer el padre de la pequeña maravilla de Siero.