"No lo hago porque me vaya a generar más ingresos, sino por la satisfacción de poder ayudar a salvar una vida en caso de emergencia". José Gómez no es un taxista cualquiera. De hecho, es tan raro, que sólo existen tres más como él en España.

Y es que este llanerense, que lleva menos de un año haciendo carreras, cuenta desde esta semana con un desfibrilador en su vehículo, una medida con la que pretende "estar preparado para cualquier emergencia, además de innovar".

"Hace unos cinco años, trabajando en una empresa de transportes, le dio un patatús a un compañero. Me avisaron y, rápidamente, llamé al 112 y me puse a hacerle el masaje cardiaco. Afortunadamente lograron recuperarlo y se salvó. Lo que sientes en ese momento, al ver que se recupera y que tú colaboraste en ello, es indescriptible", recuerda este pionero del volante, sobre un momento que le "cambió la vida".

Afortunadamente para el excompañero de trabajo de Gómez, el que fue su ángel de la guarda supo reaccionar apropiadamente porque conocimientos médicos. "Trabajé mucho tiempo como técnico de ambulancias, y ahí ves de todo. Te encuentras con muchos casos en los que la gente fallece porque nadie de su entorno reacciona adecuadamente o porque no hay un desfibrilador cerca. Por eso, desde que compré la licencia del taxi, siempre tuve en mente llevar uno conmigo", explica.

Dicho y hecho. Tras "varios meses de trámites", y una inversión considerable de algo más de 2.000 euros en el desfibrilador y contar con la formación necesaria para utilizarlo, Gómez ya es "el primer taxista de la zona norte de España con desfibrilador. Y el cuarto de España. Lo que tenía muy claro es que si lo hacía, lo hacía bien. No iba a comprar un aparato malo con el que pudiera tener un disgusto".

Y es que el desfibrilador del taxista llanerense es semiautomático, es decir, "sólo realiza descargas cuando, tras monitorizar al afectado, lo considera oportuno. Además, es válido tanto para su uso en niños como en adultos y cuenta con una tarjeta de memoria extraíble en la que se almacenan las constantes del asistido, para que puedan ser consultadas por los servicios de emergencia".

Pero además de la inversión y trámites realizados para poder disponer de este servicio en su vehículo, Gómez también tendrá que afrontar, obligatoriamente, un mantenimiento anual de 200 euros.

Por ello, insta a las instituciones a que le "ayuden". "Lo hago porque quiero, pero tratándose de un aparato como este que, además tengo la obligación de prestárselo a los servicios de emergencia si fuese necesario, estaría bien que arrimasen un poco el hombro", sugiere a la vez que anima a todo el mundo a sumarse a la medida: "Espero no tener que usarlo, pero si sirve para rescatar una vida todo y más habrá merecido la pena".