La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una calle para el Marconi cubano

El biógrafo de Manolín Álvarez, natural de Ambás y que hace un siglo emitió los primeros ensayos radiofónicos en la isla, reivindica su figura en Asturias

Manolín Álvarez con un hórreo en miniatura donado por el Ayuntamiento en los años ochenta. JESÚS DÍAZ DE LOYOLA

"Un día de verano una cadena de señales se expande fugazmente por todo el puerto de Caibarién. ¡Se ha realizado el milagro! La radio es un hecho en Cuba. Manuel Álvarez, un español de Carreño, Asturias, conquista el éter antillano y realiza el sueño de su vida". Habla Jesús Díaz de Loyola, biógrafo de Manuel Álvarez, Manolín, un hombre natural de la aldea de Huerno, en Ambás, que en 1917, hace cien años, emitió las primeras señales radiofónicas en la isla más grande de las antillas. El Marconi cubano se valió de diversos materiales hallados en anticuarios, restos de la guerra de la independencia y piezas "olvidadas" en almacenes para dar los primeros pasos de la radiodifusión en la provincia de Villa Clara, y de ahí a todo el país. Su biógrafo tuvo el honor de entrevistarlo en los años ochenta, en los últimos años de vida del carreñense, y con su historia grabada a fuego en su memoria quiere que el Ayuntamiento de Carreño dé nombre a una calle.

"Era autodidacta y siempre le interesó la tecnología", afirma Díaz de Loyola sobre el vecino de Ambás que viajó a su país de adopción cuando apenas tenía 14 años. Nunca regresó. "Tiene mucho mérito haber hecho lo que hizo con esos medios", expresó el periodista que editó, en 2015, el libro "Crónicas del Caribe", que recibió un premio a la mejor biografía. Jesús Díaz conoció a Manolín en el verano de 1982. Tomaron café. "No alcanzaba ni los veinte años, pero fueron suficientes para llegar a un anciano que en su rostro reflejaba el genio. Ese día, Manolín me colmó de anécdotas y entramos en la noche hablando de su vida y su pasión", destaca el biógrafo del carreñense, natural del pueblo en el que se inventó la radio cubana. Manolín Álvarez partió de Carreño en la mañana del 23 de septiembre de 1905 con 13 años en dirección a La Coruña. Acudió en compañía de su padre, aunque el viaje a tierras cubanas lo hizo solo. "¿Cómo me las voy a arreglar, solo y en otro mundo?", le contaba el carreñense a su biógrafo en una entrevista allá por los años ochenta. Manolín falleció en 1986. La madre del Marconi cubano era Victoria Álvarez León, que tenía veinticuatro años cuando su hijo partió. Su padre, José Álvarez González, natural de Perlora, tenía 27.

"Todas las ilusiones de infancia hacían imaginarme ya a bordo de un barco enorme, navegando sobre el océano, jugando sobre cubierta, trepado en el mástil, asomado a la proa", relata Jesús Díaz sobre las palabras que le contó Manolín, un hombre que ya soñaba con la radio. Se planteó entonces, según su testimonio, "expandir las ondas hertzianas sobre el Caribe, porque quería llegar a donde no había llegado aún el invento de Marconi". Con 25 años, el joven natural de Huerno era telegrafista y era capaz de interpretar planos y circuitos, y en esa dinámica de complejidades decidió zambullirse definitivamente en la radio.

El carreñense diseñó y trabajó con intuición. Y le salió bien. Fabricó aparatos e hizo pruebas de todo tipo hasta dar con el quid de la cuestión que permitiera lanzar la señal sonora al espacio. "Sin embargo, en aquellas circunstancias tenía un gran escollo, la falta de una base técnico-material. Pero tuve fuerza y seguía batallando en aquel desenfreno de mi vida, hasta que un golpe de suerte fortuita clarificó mis empeños", contaba Manolín Álvarez, que en sus investigaciones de cables y más cables encontró en Feliciano Reinoso un amigo "para toda la vida" y del que decía que "tenía un olfato innato por las ondas". Cuando Manuel Antonio Álvarez consiguió emitir ondas hertzianas, los periódicos contaban su historia y hablaban de "un joven que trajo desde España el invento de la telegrafía sin hilos, según Marconi". Teniendo en cuenta estos mimbres, su biógrafo reclama un reconocimiento en su concejo natal. "La historia es una sola y nadie la puede cambiar. En Caibarién está bien plasmado en una placa en Céspedes, y que colocó el oficialismo y desveló el propio Manuel Alvarez. Yo estuve allí ese día: 10 de octubre de 1982", concluye Jesús Díaz de Loyola.

Compartir el artículo

stats