La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pablo Varela, dibujante de pieles

El tatuador lugonense, con tienda en la Pola, aprendió practicando consigo mismo y evolucionó hasta hacerse profesional

Pablo Varela, con sus instrumentos para tatuar. MANUEL NOVAL MORO

Pablo Varela tenía 16 años cuando quiso hacerse su primer tatuaje. Apuntó entonces muy alto y se arrepintió. "Quería hacer un dragón dando vueltas al brazo, y cuando estaban haciéndolo me di cuenta de que era demasiado; dolía mucho y era un dibujo muy grande". Ahora, unos cuantos años después, es él quien labra la piel de otros con las agujas, y les aconseja que empiecen con poca cosa. "Hay gente que quiere hacerse el primero en zonas muy visibles, como el cuello o las manos, y yo siempre les digo que mejor no, que se los hagan en una zona menos visible, no vaya a ser que no les guste o que se arrepientan", explica.

Nacido en Lugones y actualmente vecino de Careses, su tienda y centro de tatuajes está en la calle Fausto Vigil de la Pola. Es profesional del tatuaje desde hace unos ocho años. Y ha llegado hasta aquí muy poco a poco. "Empecé como aficionado, porque me gustaban mucho los tatuajes; soy autodidacta, y cuando yo empecé no era como ahora; no había internet y era más difícil encontrar a alguien del que aprender", asegura.

A diferencia de un pintor, que puede hacer una obra de arte y tirarla a la basura, el tatuador no tiene esa posibilidad: sí puede practicar el dibujo, pero al final, una vez que se pone con las agujas y la tinta sobre la piel, no hay vuelta atrás. Por eso, el aprendizaje tiene su dificultad. En su caso, los primeros tatuajes que hizo sobre piel humana fueron sobre la suya propia. "Al principio, practiqué conmigo; hacía cosas que no le haría a nadie, y después empecé a tatuar a los amigos", dice. Más tarde, acabó con aquellas informalidades y se puso en serio.

Ahora tiene la titulación de Higiénico-sanitario que se requiere para tatuar: "Hay que tener en cuenta que estás actuando sobre la piel, y estás introduciendo tinta en el cuerpo de la gente, tienes que saber muy bien lo que haces, conocer el tipo de tintas, conocer las pieles y utilizar material homologado, con residuos que hay que reciclar por una empresa privada".

Su tipo de cliente ha ido cambiando con el paso del tiempo. Antes era solo gente joven, ahora hay cada vez más gente mayor. "Me viene gente que, después de jubilarse, dice '¿Por qué no?' y decide hacerse algún tatuaje", señala. Lo que más abunda son los tatuajes pequeños, con nombres, letras o dibujos discretos, pero no falta gente aficionada a cubrir su cuerpo con un tatuaje tras otro.

El caso es que "se está normalizando mucho", en opinión del tatuador, que ve que no hay edad ni condición para decidir hacerse un tatuaje.

Él tiene ocho tatuajes por todo el cuerpo, y aunque salta a la vista que le siguen gustando esos dibujos -de no ser así seguramente se dedicaría a otra cosa- ahora ya no se tatúa. "Creo que cada vez duele más", confiesa.

Compartir el artículo

stats