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Siero

Oleada de nostalgia en la noche polesa

El cierre del mítico local Abre César la semana pasada deja un rastro de recuerdos y emoción entre los muchos que disfrutaron de fiesta, música y cultura en un clima familiar

La fiesta de despedida. M. Noval Moro

Cuando un bar -o mucho más que un bar, como siempre se ha dicho- cierra sus puertas, como ha hecho el Abre César, después de casi treinta años no es de extrañar que afloren las lágrimas y las risas. Las lágrimas porque se va un pedazo de la historia de la Pola, y las risas porque resurgen sin parar los recuerdos de muchas noches de juerga.

Una de las ideas más hilarantes de su espíritu, nacida del ingenio siempre afilado de Pablo Cuesta, fue aquella que hizo suya César Loredo, el alma del bar, y que decía que allí "se trataba a la gente como si fuera normal". Ese fue uno de los méritos de los hermanos Loredo -Valentín es también parte inseparable de la historia-, tratar a toda la gente por igual. Y allí hubo gente muy, pero que muy dispar. Y todos, casi sin excepción, recuerdan el bar con muchísimo cariño. Incluso se resisten a decirle adiós definitivamente. De hecho, la idea de Ana Cuesta de formar en Facebook el grupo "Amigos del Abre César" cuajó hasta tal punto que tiene casi 1.200 miembros.

Y todos ellos hablan del bar con una mezcla de alegría y nostalgia, por el significado que ha tenido en sus vidas. Como dijo Simón García, "el Abre era como una máquina del tiempo, cuando abrías esa puerta de atrás y descendías esos tres escalones volvía a tener la sensación de cuando tenía 20 años. Las mismas caras un poco más arrugadas, cabezas con menos pelo o más cartón, como se quiera llamar. Te invadía esa sensación de bienestar y confort que uno siente cuando está rodeado de los suyos".

¿Qué tenía el Abre César? Sobre todo, contenido. Era un bar, sí, y lo principal era tomar copas, nadie se puede llamar a engaño al respecto, pero por otra parte estaba la música y una familiaridad rara de encontrar en otras partes.

El apartado de la música merece capítulo aparte. Porque, además de lo que se pinchaba allí -con César y los muchísimos camareros que pasaron por allí siempre hubo "disc jockeys" espontáneos, algunos con un bagaje musical poco común- estuvieron los conciertos.

César Loredo se ha visto abrumado en los últimos días por la respuesta que le ha dado la gente al cierre, y todavía tiene mucho que procesar. Y entre ese proceso está la búsqueda de documentos que acreditan lo mucho que se preocupaba por los músicos no solo de Pola de Siero, sino también del resto de Asturias. Entre sus tesoros pendientes de recuperar está una caja en la que hay cerca de cien maquetas de grupos que actuaron en su bar. El Abre César acogió a cerca de 150 grupos, una cifra impresionante para un local muy pequeño y, en teoría, poco propicio para los espectáculos.

Lo de la música, relata César Loredo, comenzó hacia 1990. Los pioneros fueron Fernando Corujo y Toño Suárez. De forma casi espontánea organizaron un concierto, y el bar se llenó hasta la bandera. "No sé cómo lo hicieron para que viniera tanta gente; de aquella no había redes sociales ni nada, pero todo el mundo se enteró y acabó allí", explica César.

A cualquier habitual del bar que se le pregunte de qué día de la semana cayó aquel concierto lo adivinará seguro. Fue un miércoles. Los miércoles del Abre César llegaron a tener un tirón espectacular. Porque a partir de aquel primer concierto empezaron a pasar por allí grupos y más grupos. Los de la Pola, por supuesto, tocaron allí. Fueron muchos, incluso, los que se estrenaron en el Abre César, porque su dueño estaba siempre dispuesto a dar cancha a quien quisiera probarse encima de un escenario (que no era tal, sino la parte alta del bar).

Este amor por la música quedó patente en la fiesta del 25.º aniversario del bar, en la que los antiguos camareros organizaron conciertos multitudinarios en la calle San Antonio en los que actuaron grupos que ya se habían probado antes bajo el techo del bar.

Y no solo conciertos. También recitales poéticos, presentaciones de libros y un largo etcétera de actos culturales. Sin olvidar la defensa del deporte. Sin ir más lejos, el Abre César era sede de la peña ciclista Chechu Rubiera, y el corredor acudió puntualmente a la fiesta de despedida para sumarse a aquellos que querían reconocer lo que significó el -más que un- bar para ellos.

El Abre César fue de los primeros chiringuitos de la Pola, y pasó por todas las épocas. En sus primeros tiempos, abría durante el día, y tenía nutridas sesiones vermouth, con terraza incluida.

Su arranque y sus primeros años coincidieron, además, con los famosos "domingonos", la época dorada de la Pola, en la que la fiesta se prolongaba hasta el alba también los domingos.

Y cuando los domingos decayeron, el Abre César resistió; cuando llegó la crisis y la mayoría de discobares cerraron, el Abre César resistió; y ahora que cierra, la gente se resiste a asumir que se les va para siempre uno de sus templos.

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