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Nuestra Señora del Rosario de Muñó, salvada por su vocación de ser modesta

La comisión de festejos decidió hace quince años reducir la fiesta y cambiarla al campo de la iglesia, lo que le permitió librarse del botellón

La procesión de Nuestra Señora del Rosario en 1946 Reproducción de Manuel Noval Moro

Las fiestas de Nuestra Señora del Rosario de Muñó tienen su acto central el día 8 de septiembre. Ese día se celebra la misa y la procesión del ramu, una celebración con doscientos años de antigüedad que sigue tan viva como siempre. Pero alrededor de este acontecimiento religioso hay mucho más. La comisión de festejos que preside Sheila Meana organiza durante tres días numerosas actividades que, dice, son "por y para el pueblo", y que contribuyen cada año a su éxito.

Una de las claves de su éxito viene de una decisión que tomó la comisión de festejos hace unos quince años. Cuando empezó a quedar poca gente en la comisión, y al ver que las fiestas iban decayendo, como explicó la vicepresidenta Sonia Rodríguez, "cogimos el toro por los cuernos y decidimos hacer la fiesta por y para el pueblo, la cambiamos del prau al campo de la iglesia, la redujimos, y eso es lo que nos está salvando hoy en día".

Gracias a esta decisión, la fiesta no tiene botellón, tiene menos gastos y los ingresos se mantienen más o menos. "De esa manera estamos yendo al revés del resto, que nos parece que están sufriendo bastante más", sostiene Sonia Rodríguez. Lo cierto es que la fiesta de Muñó siempre ha tenido un componente familiar muy fuerte. La tradición manda que las familias acojan durante esos días a muchas personas, parientes y amigos, para la fiesta. No son raras las comidas en las casas con veinte o más comensales. El caso es que, de un tiempo a esta parte, las costumbre están empezando a ser distintas. Quizá para librar a las amas de casa del peso que siempre tuvieron en la preparación de la fiesta en su casa -muchas tenían tanto trabajo en preparar, cocinar y servir que apenas les quedaba para disfrutar de la fiesta- cada vez es más común que la gente celebre esa comida en las antiguas escuelas, donde la comisión ofrece platos caseros y de calidad. Es de lo que más presumen. A diferencia de los bares de otras fiestas, aquí se cocina carne guisada, chorizos a la sidra, adobu, calamares y pulpo de la máxima calidad. Y la gente siempre responde. "Cada vez come más gente fuera de casa", señala Sheila Meana.

Junto a la presidenta y la vicepresidenta, integran la comisión la tesorera, Noemí Hevia; el secretario, Miguel Fernández, y los vocales Tamara Álvarez, Jessica Montes, Marcos Rodríguez y Álvaro Rodríguez. Es un grupo reducido para todo el trabajo que tienen encima, pero aseguran que tienen una gran colaboración de la gente de Muñó. "El año pasado hubo una respuesta tremenda de la gente, que se ofreció a trabajar sin pedírselo; incluso gente de fuera del pueblo", asegura la presidenta.

Un colaborador de lujo es el exciclista Chechu Rubiera, vecino de la localidad, que siempre está dispuesto a todo, ya sea para organizar actividades relacionadas con el ciclismo o para ayudar detrás de la barra o en la cocina.

La comida es fundamental para esta fiesta también el resto de l año, porque la comisión organiza dos citas gastronómicas para recaudar fondos, que siempre funcionan muy bien. Los callos, en el mes de noviembre, que siempre llenan las antiguas escuelas y la última vez no han sido una excepción, y un menú especial de primavera en el mes de mayo, cuyas fechas para 2017 están todavía por concretar.

Este año el 8 de septiembre cae de viernes, y las fiestas de Nuestra Señora del Rosario se celebran del siete al nueve. Además de la cita religiosa, habrá una merienda y una buena actuación musical aún por cerrar. Pero lo más importante es que estará todo el pueblo y Muñó volverá a triunfar.

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