No era raro que lloviese en la fiesta de la Virgen de la Cabeza. La gente iba igual a la misa y procesión, pero lo de quedarse ya era otra historia. Porque al principio, el santuario estaba desguarnecido, y no digamos la zona de la merienda. No había carpas ni toldos, y la gente se agolpaba en torno a la capilla para rezar. Una vez acababa la ceremonia religiosa, la merienda se celebraba no donde ahora sino en los prados más próximos al río Nora, que están entre los más inundables de toda la vega en Siero. Con la llegada de Avelino Fernández, "El Rilu", al frente de la comisión de festejos las cosas empezaron a cambiar. El santuario ganó espacio techado, se comenzaron a instalar carpas y el "prau" se alejó del río. Entonces, la fiesta se extendió y caminó hacia el extraordinario éxito que tiene hoy en día.