Hubo un tiempo, "no tan lejano", en el que en Villabona había trabajos a espuertas en la mina y en la Renfe. Época en la que la oferta de ocio era ingente, con cines, salón de baile y hasta ocho chigres. Ahora, medio siglo después, de ese pasado sólo queda un restaurante, una pensión y el recuerdo de aquellos que vivieron la época dorada de uno de los centros industriales más importantes de la región a mediados del siglo pasado.

Ya son pocos los que pueden hablar en primera persona de ese gran pasado. Y, a falta de chigres donde trabajar la memoria, las clásicas tertulias de pueblo se organizan hoy en casa de "Tito" y la "Nena". Dos parroquianos que tienen las puertas de su casa abiertas a aquel que quiera pasar a charla o, incluso, a merendar.

"Aquí había mucha juventud. En mi época éramos 20 mozas y teníamos mozos de todos los sitios", recuerda entre risas Gloria Peláez, "Nena", siempre con sonrisa afable. Y es que por aquel entonces, a mediados del siglo XX, en la estación de Villabona hacían transbordo los viajeros que, desde Oviedo, se dirigían a Gijón o Avilés. "Allí paraba todo el mundo, y la juventud íbamos a pasear por allí", rememora.

Además de dando paseos por la estación, los jóvenes de la localidad llanerense también disfrutaban de teatro y, de cuando en cuando, de algún baile a hurtadillas. "A Casa Cachero venían compañías de teatro, muchas y muy buenas. Cuando acababan la actuación, quitábamos las sillas y bailábamos en el centro de la sala, mientras los del teatro tocaban", asegura María del Amor García.

García, más conocida por todos sus vecinos como "Maruja", lo recuerda como si fuese ayer. Pese a que está a punto de cumplir 90 años, esta mujer con el rostro esculpido a base de horas de duro trabajo también guarda en la retina cómo era la Villabona industrial. "Había mucho trabajo y muchísima gente. Eso sí, éramos más vecinos y había menos casas. En cada una vivían cinco o seis", relata la llanerense, que tras el fallecimiento prematuro de sus padres sacó adelante a sus cinco hermanos y sus dos hijas.

Trabajo por doquier

Además de llegar foráneos a Villabona, la ventaja de la eclosión industrial también permitió que los autóctonos no tuviesen que abandonar su localidad natal. Francisco Díaz, "Tito", nacido y criado en la parroquia de Villardeveyo, tuvo la suerte de comenzar su vida laboral en las minas de Villabona. "Éramos más de 200 trabajadores sólo en las minas, entre los que sacábamos carbón, oficinas y demás", asegura Díaz, quien, pese a que en noviembre soplará 90 velas, aún recuerda su primera día de trabajo, "el 2 de junio de 1974", con la misma frescura con la que hoy sigue plantando patatas en el huerto de su casa de Villabona.

Hoy en Villabona ya quedan pocos de aquellos mozos que daban vida al pueblo. "Todo empezó a decaer con el cierre de las minas, sobre todo", atestiguan. Ahora, en el otrora polo industrial llanerense apenas quedan negocios. Son muchos los bajos comerciales cerrados y por las calles no se ve ni a un niño.

Pero aún con todo, los que resisten, aseguran estar "muy unidos". "Aquí nos queremos todos mucho. Somos como una gran familia que, desgraciadamente, cada vez es más pequeña", afirman.

Con la intención de recuperar la memoria viva de Villabona, la asociación de vecinos ha organizado el 15 de abril una homenaje a los mayores de la parroquia. Todos los mayores de 85 años, un total de 16, podrán disfrutar de una comida de hermandad. Para asistir será necesario adquirir entrada en el local de la asociación los martes y jueves de 17 a 19 horas. El precio por persona es de 25 euros.