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El bosque comestible de Nava

"Las oportunidades están ahora en el campo", dice Ramón Esteban, que ha convertido su finca de Buruyosa en un vergel que da 350 variedades de frutos

El bosque comestible de Nava MANUEL NOVAL MORO

"La gente siempre se ha ido a la ciudad en busca de oportunidades, pero ahora es al revés, las oportunidades están en el campo". Así de rotundo se muestra Ramón Esteban, agricultor que ha puesto en marcha junto a su pareja, Josune Barrutia, un bosque comestible en Buruyosa (Nava). Se trata de producir alimentos sanos y fiables de forma natural sin usar combustibles fósiles.

Es una plantación masiva de árboles y arbustos. En un total de 2,5 hectáreas tienen plantados unos 550 árboles y cerca de 850 arbustos. Son unas 90 especies con casi 350 variedades, que escalan su producción de frutas a lo largo de casi nueve meses al año.

Además de especies amenazadas o en retroceso como el níspero europeo, el almez o el algarrobo, tienen unos 200 frutales, con especial hincapié en los cítricos. "Asturias fue durante los años 1650 a 1703 el principal exportador europeo de cítricos, a los puertos de Amsterdam, Amberes, Londres y París", explica Esteban. Asimismo, tienen pequeños frutos comestibles, con variedades corrientes como arándanos, frambuesas, grosellas o zarzamoras, y otras no tan corrientes como bayas goji, amelanchier, madreselvas, eleagnus o aronias.

Pero no se trata solo de qué se planta, sino de cómo lo han plantado. Han estudiado la tierra, la disposición orográfica, las horas de luz y las correntías de agua para disponer los árboles y arbustos de tal manera que faciliten su crecimiento, la mejora de la tierra y su mejor aprovechamiento.

Todos los trabajos se realizan con herramientas manuales, con lo que no hay emisiones de CO2. Utilizan un sistema que permite la creación continua de suelo, "que es uno de los más potentes sumideros de carbono del planeta".

Los productos sobrantes de la limpieza de las fincas se compostan sobre el terreno, y no se producen emisiones por quemas. Y la biodiversidad proporciona "una herramienta de seguridad alimentaria que permite mantener parte de la producción independientemente de las variaciones climáticas". Se puede decir, en palabras de Ramón Esteban, que constituye "un pequeño parque botánico y, con toda seguridad, el bosque comestible de carácter privado más extenso, completo y antiguo de toda Asturias".

Una de las pruebas de la buena salud del bosque es la presencia de anfibios y reptiles, que son los primeros que caen cuando se utilizan pesticidas y herbicidas.

Su intención a la hora de hacer este bosque no es baladí. Con él quiere hacer frente a "los dos mayores problemas de nuestra civilización: el pico del petróleo y el cambio climático". Se ha hablado mucho del cambio climático, pero menos del pico del petróleo. Este es, según Ramón Esteban, el principio de una crisis que irá en aumento, y cuyo reflejo más visible es la relación existente entre el uso de combustibles fósiles y la cantidad de alimentos disponibles.

"La producción de calorías en alimentos se ha multiplicado por 8 desde el comienzo de la revolución agrícola, pero la energía empleada para su consecución se ha multiplicado por 600. La mayor parte de las calorías que consumimos para alimentarnos provienen del uso intensivo de agua, fertilizantes y petróleo. De nuestra dieta media, cada caloría ingerida supone un coste de entre 10 y 20 calorías fósiles", relata. En la agricultura y sistemas de distribución tradicionales (anteriores a la "revolución verde"), la relación era la inversa: por cada caloría invertida se podían comer finalmente entre siete y cuarenta.

Su bosque vuelve a la relación tradicional y les proporciona una independencia nada desdeñable. Por eso, y para defender su modelo, Ramón Esteban asesora gratuitamente a toda aquella gente que quiera seguir sus pasos en la iniciativa de hacer un mundo más limpio, sano y manejable.

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