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Cundi, el manitas de la Pasión tevergana

Secundino Braña emplea su jubilación en cuidar de la parroquia: trabaja la madera, repone un brazo a un Cristo o limpia los sagrarios e incensarios

Secundino Braña, en plena faena, en Semana Santa, en La Plaza. C. P.

Es un Sábado Santo y las campanas tocan a Gloria. Cundi se esmera en preparar el incensario y la puesta en orden de todos los elementos para que nada falte a los oficios religiosos de la tarde-noche, en un nocturno especial porque Cristo resucita.

Por los claustros de la Colegiata de San Pedro (bajo la advocación de San Miguel Arcángel) vuelan algunas golondrinas y los primeros rayos del sol logran entrar en las sombrías piedras centenarias.

Secundino Braña Díaz, nació en Langreo hace 75 años y se afincó en Teverga en compañía de su mujer Conchita. Ambos viven felices compartiendo su vida con los parroquianos y Cundi -como todos le llaman- emplea su tiempo de jubilado en el quehacer generoso y silente de reparar, mantener, colocar, pulir, instalar, pintar, tallar? y todo cuanto de bueno lleva dentro un "arte-sano" en la abadía de La Plaza y en todas las parroquias del concejo.

Todo lo aprendió de su padre en el Alto La Gargantada donde la familia tenía un modesto taller reparando y construyendo de todo lo relacionado con la electricidad: embobinados, instalaciones, y cientos de aparatos de radio "que funcionaban mejor que los de las grandes marcas", dice Cundi que todavía guarda alguno por casa "que funcionen a les mil maravilles".

Cundi -alumno que fue de los Hermanos de la Salle- hace de todo: trabaja la madera, repone un brazo a un Cristo, limpia y pule los sagrarios, campanillas, incensarios, lámparas, candelabros, cálices y copones. Me cuenta que hay uno de estos vasos litúrgicos en una parroquia que es una verdadera obra de arte. No hay nada que se le ponga por delante. Hizo una nueva instalación luminosa en los claustros, colgó las nuevas estaciones del Calvario (las antiguas, algún cura aprovechado se las llevó; el nombre me lo sé y me lo calló) y hasta construyó una plataforma para que anidaran las golondrinas.

Los teverganos tenemos mucha suerte. Un párroco, Sotero Alperi, con la sonrisa siempre prendida de los labios, trabajador y con el don de la palabra, como buen dominico. Y, a Cundi, el otro Arcángel de la Colegiata, que trabaja en silencio y con esmero al cuidado del templo románico (monumento nacional) de renombre universal. (Labor omnia vincit improbus. Virgilio).

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