Actividad física y alimentación casera. Estos son los secretos de la longevidad de María Bravos y Gil Morán, que no son los de cualquiera. Con 92 velas ya sopladas y una salud que a simple vista se antoja de hierro, ambos fueron ayer homenajeados durante la comida de jubilados por San Isidro, al ser los más veteranos en acudir a la cita. Un honor que aceptaron "con cariño" y con la esperanza "de poder celebrarlo muchos años más".

"Estoy muy contenta de poder celebrar aquí este día", confiesa María Bravos, orgullosa tatarabuela, que lució una deslumbrante sonrisa a juego con su impecable vestido lila durante toda la jornada, en la que estuvo en todo momento acompañada por su nieta, Gemma.

Con una vida ligada al trabajo en el campo, la llanerense asegura que el secreto para llegar a sus años "así de bien" es caminar mucho y alimentarse bien, algo que lleva rigurosamente a la práctica. "Desayuno lo que pille: jamón, carne, café, galletas... Camino bastante, hay días que hasta 2 y 3 kilómetros, y como muchas fabas, con su morcilla y todo", asegura Bravos, que baja la voz para desvelar su secreto mejor guardado: "Y para cenar unos buenos huevos fritos y una taza de café con galletas".

La misma felicidad irradiaba Gil Morán. Nacido en Luarca, por motivos laborales se desplazó a Gijón, Salas y, definitivamente, a Llanera, en 1985, donde ha residido hasta hoy. Aficionado a los naipes, asegura que la clave para mantener la forma una vez pasados los 90 está en haber llevado una ajetreada vida labora. "Yo trabajé mucho. En la madera, en una casería... En todo", asegura.

Acompañado por su mujer, Leónides, y su hijo, Enrique, el patriarca de los Morán aseguró disfrutar "mucho" de la cita, sobre todo por la compañía. "Nosotros también estamos contentos y encantados con el homenaje", replica el hijo.

Antes del convite, al que asistieron 750 personas, los homenajeados recibieron un reloj con el escudo del concejo y un bastón a modo de recuerdo.