Los abonados del club de golf de La Fresneda quemarán todas las naves para evitar su cierre, previsto para el próximo 1 de julio. La intención de los usuarios es sondear la posibilidad de regularizar la situación de las instalaciones -llevan sin licencia desde su apertura, en 1996- y, de ser posible y asumible económicamente, negociar con la constructora Los Álamos -propietaria de los terrenos- para que les permita prorrogar el contracto actual, en precario, y continuar la actividad hasta que realmente tengan la intención de construir en esas parcelas.

Así lo acordaron ayer en una asamblea a la que acudió una treintena de abonados y que tuvo lugar en la cafetería de las instalaciones sierenses.

La comisión formada la semana pasada, encabezada por Rufino Ordóñez, expuso al auditorio el resultado de las reuniones que mantuvieron con el Ayuntamiento de Siero, el martes, y con la empresa, ayer.

El primero de los encuentros se saldó sin más trámite que el requerimiento del alcalde de poner en regla la situación del campo de golf de la localidad. En el segundo, la propiedad de los terrenos les precisó que no tienen intención de asumir el coste de regularizar el campo de golf, que quieren evitar cualquier tipo de disputa legal con el Ayuntamiento y que sus planes pasan por construir en esta parcela "a corto o medio plazo".

Es precisamente a este argumento al que tratan de agarrarse los abonados. La comisión de representación asegura haber "intuido" en las conversaciones que los planes de construcción no son inminentes, por lo que creen que si eliminan la posibilidad de un enfrentamiento jurídico entre administración y constructora, ésta podría dar el brazo a torcer y permitirles continuar en las coquetas instalaciones de La Fresneda.

Cuidado costoso

Este no es el único frente al que los abonados tendrían que hacer frente. Y es que hay que tener en cuenta que los cuidados que requiere un campo de golf son muchos y muy variados, por lo que si los terrenos quedan en desuso, el coste de la restauración puede ser muy elevado.

A esto habría que sumarle que, si todos los planes saliesen a pedir de boca de los afectados, tendrían que enfrentarse a problemas como estudiar un modelo de gestión para el mantenimiento del terreno o la explotación de la cafetería.