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El batallón de cazadores de Grado, clave para frenar a las tropas de Napoleón en la Península

Los soldados recibieron un escudo de valor en el XIX por su constancia y honor, destacan Ruiz de Bucesta y Escudero en su estudio

Manuel Ruiz de Bucesta y Juan José Escudero, en Grado. SARA ARIAS

Fue una de las mejores tropas de Asturias en la Guerra de Independencia por lo que recibieron un escudo al valor, la constancia y el honor que cosieron en sus zamarras. El batallón de Cazadores de Grado fue un elemento clave en la lucha contra el invasor francés, según el último libro publicado por el Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés.

"A principios de junio de 1808 el vizconde de Campogrande, Gregorio Jove y Valdés, levanta a sus expensas, con soldados voluntarios alistados en Grado, un cuerpo de cazadores cuya fuerza inicial debería constar de dos compañías de cien bayonetas cada una, de lAs que sólo se pudo reclutar 150 hombres", explica Manuel Ruiz de Bucesta, uno de los autores. El batallón pretendía romper el inmovilismo moscón debido al asentamiento de una guardia de franceses.

El 8 de junio de 1808 la Junta del Principado de Asturias proveyó de medios al batallón, la mayoría, campesinos voluntarios que llegaron con una guadaña o una hoz a alistarse. El encargado de instruirles en las artes de la guerra fue el teniente coronel Pedro Bernardo de la Escosura que, "en pocos días consigue forjar a sus hombres en la disciplina y en el manejo del arma hasta el extremo de convertirlos en una de las mejores tropas de Asturias", añade Ruiz de Bucesta. Completada la organización, el 25 de julio de 1808 están acantonados en León pero son requeridos para concentrarse en Llanes y ponerse a disposición de una división expedicionaria del Ejército de Galicia.

Así fue como se refundieron en el Regimiento de Infantería de Grado y comienza a dar cuenta de su instrucción con significativos papeles en Espinosa de Los Monteros (Burgos), Mondoñedo (Galicia) o Extremadura en el avance vertical de los españoles hacia el sur. "Era una guerra muy ágil, que se libraba en cada rincón, por lo tanto, el batallón de cazadores era apto para todo tipo de terrenos y situaciones, había muchas emboscadas que fue lo que hizo parar el avance del francés sobre puntos estratégicos", explicó Juan José Escudero, otro de los autores. Ruiz de Bucesta y Escudero también dan cuenta del uniforme, que fue donado por el Resguardo de Rentas Reales de Asturias y consistía en varias piezas de paño pardo con medias azules para los mandos y en vez de cartucheras, una canana "propia de las unidades ligeras", detalló Escudero, y hechas por los guardicioneros moscones.

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