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El placer de comer y algo más

Las claves para disfrutar de una actividad eje de los acontecimientos positivos de la vida

Coppen, durante la lectura del pregón en Noreña.

Acostarse al anochecer con la ilusión e inquietud de que amanezca un nuevo día puede ser el mejor síntoma de disfrute y aprovechamiento de la vida, de beberla. Beber la vida es todo lo contrario al tedio, al vacío espiritual, al anquilosamiento, a languidecer, estado este insustancial; es aprovechar la serie de oportunidades que nos brinda para disfrutar de los placeres de la vida. Queda, pues, prohibido levantarse un día sin saber qué hacer. Eliminemos todo lo que no sea útil, hermoso y alegre.

La vida es un constante proceso, una continua transformación, adaptación y aceptación de las adversidades con las que necesariamente hay que aprender a convivir. Dicho está que el secreto de la vida consiste en soportar heroicamente las penas, de la misma forma que el secreto del éxito radica en la tenacidad y la perseverancia. Hay que aspirar a no renunciar a nada, a nada, aun cuando la madurez corra rauda y veloz en contraposición a los años de la juventud, pausados y lentos. Es rigurosamente cierto que hasta que no se alcanza la madurez no se saborea bien la vida. Llegar a viejo es mejor que la alternativa, morir de joven. Recodar a los viejos que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

La causa principal de la insatisfacción interior es el egoísmo. Quien se jacta de su valía ante el prójimo presenta las credenciales de su inferioridad. La soberbia es un intento de convencer a los otros de que somos lo que nunca fuimos. Vivirían más felices las gentes si en vez de exaltar su ego lo redujeran a cero. Antonio Machado nos advirtió: "Nunca debemos de perder contacto con el suelo, porque sólo así tendremos una idea aproximada de nuestra estatura". Digamos que el descontento no es una virtud innata. La principal causa del descontento es el egoísmo, debido a que cada uno nos consideramos el eje en derredor del cual gira todo. La segunda causa del descontento es la envidia, que vemos las cualidades de los otros como cosas que nos hubieran sido robadas. La tercera es la codicia, un deseo desordenado de tener siempre más para compensar nuestro vacío. Y llegamos a la cuarta y última causa del descontento, los celos, originados por la melancolía y tristeza, y en otros casos por el odio a los que tienen lo que deseamos para nosotros mismos. Es un error creer que el descontento procede de causas exteriores y no de malas cualidades interiores.

Teniendo como principales las premisas expuestas anteriormente para disfrutar de los placeres de la vida, hay uno que es insoslayable, el placer de comer, porque se trata, además, de una actividad diaria; viajar, leer, escribir, conversar, disfrutar de la música, cantar, etc., son placeres aleatorios. Recordemos que siete son las artes que nos hacen la vida más bella: La arquitectura, la música, la danza, la escultura, la literatura, la pintura y el cine. No obstante, habrá que decirlo ya, que no existe alegría humana con el estómago vacío, por lo que se trata de un placer del que podemos disfrutar a diario. Es uno de los cuatro objetivos de la vida, el hombre no ha sabido nunca cuales son los otros tres, según un proverbio chino. No puede decirse que sea dichoso ningún hombre en tanto no tenga cubiertas las mínimas necesidades que le demanda el estómago, pero tampoco puede llegar a afirmarse que toda la historia humana atestigua que desde el bocado de Eva la dicha del hombre depende exclusivamente de esta actividad. Paralelamente, digamos que una comida puede llegar a lubricar los negocios. Lo que si, tal vez, puede afirmarse, es que el principal origen de las revoluciones nace del estómago. Antes de proporcionarle cultura a un pueblo hambriento, más sensato y estimulante será ofrecerle alimentos necesarios para su sustento.

Hemos de comer para vivir, no vivir para comer, controlando la calidad y sin excederse en la cantidad de los alimentos. Ha de comerse lo necesario, no lo que sobra. Tengamos siempre presente que el exceso anula el placer. Un empacho acaba empañando el disfrute y provecho de un buen almuerzo. Alguien nos dejó escrito: "Aquellos que padecen una indigestión o una borrachera, no saben lo que es comer y beber". Como cualquier exceso de la vida, el abuso gastronómico es siempre pernicioso. Para que realmente constituya los efectos de un placer se debe colaborar con las operaciones del organismo que atañen a la digestión, de tal forma que ésta se desarrolle sin agresividad. Advertir que el verdadero placer de estos menesteres no radica en la necesidad, sino en el deseo; deseo que debemos realizar solos para su verdadera degustación y no distraer el paladar conversando. Cuanto más se prolongue el hambre, se acucia más su sofoque por medio de la ingestión de alimentos sin control, con la misma premura que el agua apaga el fuego; mientras que para degustar tales o cuales productos se requiere un deseo sutilmente espontáneo del acto gastronómico, pero que podemos pasar sin ellos, como ocurre en el verano con los productos de invierno o viceversa.

Lo que distingue al hombre inteligente de los animales es el modo de comer. Suele decirse que en el juego y en el comer se conoce a las personas. Hasta qué punto el placer de comer es importante que todos los acontecimientos positivos de la vida, en cualquier lugar de la tierra, se celebran en torno a una buena mesa: homenajes, entrega de premios, reencuentros, efemérides, pactos, etcétera. Es sintomático que el sector de la hostelería cobre un importante protagonismo traducido en una sustancial mejora en el arte culinario y de sus servicios. Dicho todo lo anterior como reflexión gastronómica, no podemos sustraernos a añadir que un hombre puede experimentar además otros muchos placeres complementarios de la vida, pero ello no le permitirá alcanzar la paz mental. Recordemos que la felicidad es un estado mental. Y hemos de procurar soportarlo todo jovialmente, siendo conscientes que los placeres son pasajeros y que no nos eximen del dolor, porque los bellos caminos suelen ser cortos.

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