Emilio Ballesteros Castro ha muerto. El histórico alcalde de la transición democrática en Nava, médico adorado por sus pacientes y padre del también exregidor naveto Emilio Ballesteros Baños, falleció ayer a los 87 años de edad en Galicia, donde residía junto a su hijo Julio.

Gallego de Vigo, aficionado al Celta, fumador de puros y lector empedernido, Ballesteros había llegado al concejo en 1975 como médico, procedente de Belmonte y con fama de excelente profesional. En 1979 consiguió para el PSOE naveto los mejores resultados de la región en las primeras elecciones democráticas, con una amplia mayoría que fue renovando hasta 1991. Fue ese año cuando, por sorpresa, perdió la hegemonía a manos del PP liderado por el también galeno Saúl Torga. Pese a ello, un pacto con el asturianista Julián Fernández Montes permitió que Ballesteros pudiera seguir en la Alcaldía. La derrota tuvo una relación directa con el hecho de que en 1987, siendo regidor electo del municipio, abandonara el Consistorio para ser consejero de Interior de Pedro de Silva. Hubo quien no lo entendió.

La enconada pugna entre el PP de Torga y el PSOE de Ballesteros hizo que ambas formaciones empataran a seis ediles electos en los comicios de 1995. Los populares, con tal de apartar al hasta entonces imbatible médico de la Alcaldía, decidieron dar su apoyo a Fernández Montes, haciendo regidor al único edil del PAS en una polémica decisión que acabaría pasándoles factura.

Pese al revés, Ballesteros volvió a ser el candidato más votado en las elecciones de 1999. Sin embargo, populares y asturianistas renovaron pacto y "el médicu", como era conocido popularmente en Nava, decidió abandonar la primera línea política. Desde entonces tuvo más tiempo para disfrutar de la finca El Lloso (Ceceda) junto a su mujer, Fina Baños, fallecida en 2015. Y es que en aquel momento ya estaba jubilado como médico. El homenaje por su despedida profesional, en 1994, fue el más multitudinario que recuerda Nava.

Aunque la timidez fue uno de los rasgos más acusados de su personalidad, el alcalde naveto afrontó con gallardía momentos tan complicados como la intentona golpista de 1981. Poco después de tener noticia de que guardias civiles habían tomado el Congreso, Ballesteros se presentó en el cuartel de la Benemérita, repartió unos puros y advirtió: "La máxima autoridad, conferida por el pueblo, soy yo. De aquí no se mueve nadie". Y de ahí se fue al Ayuntamiento, donde celebró Pleno y emitió un comunicado en defensa de la democracia.

Además de cómo Alcalde, Ballesteros dejó una profunda huella como médico. En su labor profesional no había horarios y la entrega a sus pacientes fue total.

Un hecho muy poco conocido de su compromiso con una tierra que sentía como suya, pese a que jamás perdió el acento gallego, es que, en 1978, Ballesteros decidió hacerse cargo de la organización del Festival de la Sidra, que corría serio riesgo de desaparición. La celebración salió adelante pese al boicot que una parte de la sociedad naveta hizo a la fiesta previa para sacar fondos.

Ballesteros, recordado ante todo como un buen hombre, pasa a la historia de Nava, donde da nombre a la calle que va de su casa de La Colegiata al Centro de Salud, uno de sus máximos logros como Alcalde, entre los que también destacan la modernización de los núcleos rurales del concejo o el haber logrado el Museo de la Sidra en dura pugna con Villaviciosa. Sus restos mortales descansarán en la villa junto a los de su querida Fina.