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El lagar El Piloñu, de Nava, a la venta por 800.000 euros por jubilación de su dueño

"Ya toca retirarse", sostiene Luis Pérez Muñiz, que actualmente produce en sus dependencias navetas unos 150.000 litros al año

El lagar El Piloñu, uno de los más señeros de Nava, ha sido puesto a la venta por su dueño, Luis Pérez Muñiz, que cumplirá setenta años en febrero y cree que "ya toca retirarse". El caso es que Luis Pérez no tiene descendencia. "Sólo unos sobrinos, pero cada uno tiene ya lo suyo", afirma.

Entonces, lo natural es pasar el lagar a otras manos. Porque las instalaciones siguen funcionando. El lagar produce ahora unos 150.000 litros anuales, que están muy por debajo de su capacidad, de 800.000, porque su dueño se toma las cosas con más calma.

La nave, situada en la salida hacia Bimenes, tiene algo menos de 2.000 metros cuadrados, cuenta con seis prensas, más de cuarenta depósitos, entre fibra y toneles, y una planta embotelladora. Sale a la venta por 800.000 euros.

Luis Pérez Muñiz ya está buscando a qué dedicar el tiempo una vez que se retire porque el lagar ha formado parte inseparable de su vida casi desde que nació. El Piloñu comenzó su andadura en 1948, en dependencias mucho más modestas, impulsado por el padre de Luis, Aurelio Pérez Forcelledo. Aquel lagar familiar producía 150.000 litros anuales.

Con el tiempo, surgió la oportunidad de crecer y adquirieron las nuevas dependencias. Hace algo menos de cuarenta años abrieron la nave que ahora está a la venta, ya el padre y el hijo de la mano, y desde entonces su trabajo en el sector ha sido incansable.

El lagar estuvo durante muchos años a pleno rendimiento: 800.000 litros anuales de sidra, e incluso se permitió, en los últimos tiempos, algunas innovaciones, como la sidra sin alcohol, que tuvo mucho tirón al principio y después decayó. Hace tres años que no la produce. "Y lo curioso es que ahora me llama muchísima gente para pedírmela; a buenas horas", dice.

En todo este tiempo, Luis Pérez ha visto perfectamente la evolución del sector, desde la forma de producir hasta el mercado. Con respecto a la primera, él sigue prefiriendo las prensas tradicionales, "pues, aunque son más lentas que las modernas y dan más trabajo, el resultado es distinto, la sidra sale filtrada por la propia magaya, yo creo que es mejor".

Y en cuanto al mercado, sabe que han cambiado mucho las cosas, entre ellas la calidad de la sidra: "Ahora es mucho más uniforme, es difícil que haya palos malos, porque enseguida el hostelero te lo trae de vuelta si no le gusta", explica. Se ha perdido, además, la tradición de que los responsables de los chigres acudieran a los lagares a probar la sidra. "Ahora es distinto, no se prueba en el lagar, ellos quieren la garantía de que les mandes sidra buena, la prueban en el bar y, si les gusta, te la aceptan", dice.

En su día, el lagar le dio muchísimo trabajo. "En los tiempos en los que podías con todo, llegabas a las siete de la mañana y te ibas a las 12 de la noche", relata, pero ahora la cosa es distinta, "ya tienes menos gracia".

Eso sí, el lagar le da vida porque "se puede estar sin trabajar unos días, pero más, ¿qué haces?". Ya está pensando en viajar y en otras alternativas, si aparece el comprador. Si no, mientras el cuerpo aguante, seguirá produciendo sidra, que es lo suyo.

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