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La sidra descubrió a Jeison Franco

El escanciador de la sidrería polesa El Madreñeru, ganador de varios concursos, no conocía la bebida autóctona cuando llegó de Colombia

Jeison Franco, escanciando en Les Campes. M. NOVAL MORO

Cuando Jeison Franco llegó a Asturias hace unos once años desde su tierra natal, Palmira, en Colombia, no conocía la existencia de la sidra, y mucho menos esa extravagante costumbre de los asturianos de lanzarla al vaso desde lo alto. Recuerda haber ido un domingo a Les Campes a ofrecerse para trabajar en una bocatería y quedarse pasmado al ver la costumbre de escanciar.

La vida tendría que dar unas cuantas vueltas antes de que "El loco" -así lo llaman sus amigos de Colombia, con los que no ha perdido el contacto- hiciera del arte de escanciar su oficio.

Cuando Jeison llegó a Asturias la economía estaba, quizá, en su punto más alto. Había trabajo a espuertas, y el sector de la construcción y sus afines iban viento en popa. Franco trabajó como ebanista aproximadamente año y medio hasta que la burbuja acabó por estallar.

Fue entonces cuando recaló en la hostelería. Empezó en la sidrería Manolo Jalín-El Madreñeru (hoy, escindidos los dos locales, continúa en El Madreñeru) y no tuvo más remedio que aprender rápido. La propietaria de la sidrería, Loreto García, le había animado a escanciar con agua y estuvo probándose una semana.

Hasta que llegó su primer día. No era una jornada, ni mucho menos, tranquila. Empezó el día de El Carmín, en una barra exterior del bar. "No tenía ni idea de escanciar, echaba tres culetes por botella. Hasta me llamaron la atención: hubo un cliente que protestó y le invitaron a otra botella. El caso era seguir adelante", relata.

Tardaría cerca de dos meses en cogerle el tranquillo. Empezó a defenderse a base de escanciar y escanciar. "Antes no era como ahora, había mucho más movimiento, había que echar sidra como un loco", asegura.

Y aquello que tanto le costó conseguir y con lo que tanto sufrió al principio se convirtió no solo en un oficio, sino también en un arte. Porque su jefa, Loreto García, era ya asidua de los concursos de escanciado (llegó a ser campeona de Asturias) y él la empezó a acompañar.

Un día le dijo que quería participar, y Loreto García lo ayudó en su preparación, para corregir errores. En su primera intentona acabó quinto en la clasificación general del concurso asturiano, y en los años siguientes estuvo siempre por encima. Fue subcampeón en dos ocasiones. En cuanto a los certámenes, ya ha ganado el de Nava en dos ocasiones (la última, este año), y el de Gijón una vez. De los grandes solo le queda el de Villaviciosa.

Actualmente se disputa la cabeza del campeonato de Asturias con el vigente campeón, Salvador Ondo, con quien está empatado.

Franco confiesa que no se entrena ex profeso para los concursos, sino que lo hace con los clientes, en el día a día de la sidrería. Y la razón es muy sencilla: solo un año lo preparó, midiendo con probetas y haciéndolo todo por el libro, y ese año le fue muy mal en los concursos. "Entonces me dije '¿Para qué?, no lo hago más'", aseguró. Los clientes se lo agradecen, "se valora mucho la sidra bien escanciada", y él practica en el día a día ofreciendo un oficio que se ganó minuto a minuto.

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