Las perspectivas de supervivencia de las almejas repobladas en la ría de Villaviciosa parecen buenas. Así lo observó ayer Carmen Rodríguez Rodríguez, bióloga del Centro de Experimentación Pesquera de Castropol, quien participó en la repoblación con 60.000 ejemplares juveniles de almeja fina.

"Se hicieron controles en junio y tuvimos una supervivencia muy alta, la mortalidad muy pequeña, y el próximo mes se hará el control de pasado el verano. Por lo que hemos visto hay algo de mortalidad, pero encaja perfectamente en la natural, lo esperado", explicó la científica, siempre a la espera de realizar la comprobación con muestreos. "En principio considero que fue un buen verano, probablemente la época más crítica del año", añadió Rodríguez.

Los 60.000 ejemplares de almeja fina sembrados ayer frente al centro de interpretación de la Ría de Villaviciosa han sido producidas en el criadero del centro de Castropol, que este año ya sembró otros 30.000 en la ría del Eo. Llevaron a cabo la siembra en colaboración con todo el colectivo de mariscadores de la cofradía de Tazones y tienen previsto continuar el próximo mes con un lote de unas 80.000 unidades.

Las almejas, nacidas en abril, tienen una talla de ocho a doce milímetros y antes de depositarlas en el sustrato fueron necesarias labores de acondicionamiento. Hubo que rastrillar antes de sembrar "a boleo". "La propia almeja se va enterrando", describió la bióloga antes de apuntar a la malla de cobertura que se mantiene unos tres meses "para favorecer el asentamiento" y evitar que temporales o mareas las desplacen. Dentro del plan de repoblación existen tres "parques testigo" colocados hace un año y en los que se comprueba el crecimiento y la supervivencia.

En condiciones normales, al levantar la malla de cobertura se pierde el control de esa semilla, pero en estos "parques testigo" se mantiene para evaluar el mantenimiento y la supervivencia en la repoblación hasta que alcanza la talla comercial, que es de entre 35 y 40 milímetros. La almeja autóctona tarda en alcanzar este tamaño "como mínimo tres años. Es de crecimiento lento", señaló Rodríguez.

Este mes de noviembre se cumplirán seis años desde que la Ría de Villaviciosa se cerró al marisqueo por la contaminación de sus aguas con la bacteria Escherichia coli, más conocida como É.coli, habitual en los intestinos de animales y humanos y, en consecuencia, en las aguas negras. Los mariscadores que aún se mantienen en la actividad reciben ayudas por el parón al que se han visto obligados, pero son indudables las ganas que tienen de volver a faenar en la ría.