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YUREMA DE LA FUENTE | Psicóloga infantil

"La persona, sea adulto o niño, tiene que querer cambiar; si no, no lo conseguimos"

"Las pantallas tienen un poder mágico: el de abducirte, debemos ajustarles el tiempo a los niños, no tienen capacidad para hacerlo ellos"

Yurema de la Fuente, en su consulta de Pola de Siero. MANUEL NOVAL MORO

Yurema de la Fuente (Gijón, 1983) vive en Valdesoto y tiene consulta en la Pola. Forma parte de la asociación Sumando, de intervención psicológica social que trabaja el contexto comunitario.

- ¿Es psicóloga de vocación?

-Sí. Caí en la psicología lo mismo que podía haber caído en cualquier profesión que fuese de ayuda, con un perfil un poco sanitario. Desde pequeña me atraía un montón el cuidado de la gente y los asuntos de justicia social.

- ¿Y por qué infantil?

-Cuando estaba estudiando la carrera en Salamanca vine a hacer un año con una beca a Oviedo, con la idea de meterme en el tejido asturiano. Era el penúltimo año de carrera. Conocí un centro de protección de menores y me ofrecieron empezar a trabajar allí. A partir de entonces ya fui especializándome en tema infantil. Pero no tenía una preferencia. Me gustaba la psicología.

- ¿Qué diferencia hay a la hora de trabajar con niños? ¿Quizá que vienen obligados?

-Muchas veces intervengo con los niños a través de los padres. Hay pacientes que nunca llegué a conocer. Solo trabajo con los niños cuando lo considero útil, sobre todo cuando el niño lo demanda. En cualquier caso, la persona tiene que querer cambiar, sea un niño o sea un adulto, si no, no lo vamos a conseguir. La premisa es la misma, y a veces lo que hay que trabajar es esas ganas de cambiar. A lo mejor ese objetivo de cambio no es el mismo que el de los padres.

- ¿Y qué les exigen?

-A veces la gente piensa que tenemos una varita mágica, y que el tratamiento es lo que cambia a la gente. Pero no es así. El tratamiento es la ayuda para cambiar, pero es la persona la que hace el cambio y la que ejecuta todo el proceso.

- ¿Sigue habiendo prejuicio respecto al psicólogo en el sentido de que ir significa estar un poco loco?

-Para mi, socialmente no hay un cambio, pero sí personal. Hay muchas personas que piensan que esto es un recurso de ayuda como otro cualquiera, y otras muchas que siguen pensando que es para esos pocos que están un poco tarados. Pero socialmente no veo que esté normalizada la psicología. Sí es cierto que se usa más, y no solo para patologías sino también para orientación.

- Las pantalllas invaden la infancia. ¿Qué hay que hacer?

-Las pantallas hay que integrarlas en nuestra vida porque están ahí. Estamos en una época de constante innovación. Antes los cambios eran mucho más lentos en educación. Ahora cada vez hay cosas nuevas más rápido. Lo importante es ser capaces de ajustarnos a las necesidades de cada niño en concreto. Los hay que se revolucionan más, otros menos, otros necesitan otro tipo de estimulación, por sus dificultades o potencialidades. Con respecto a las pantallas, tienen que aprender a regularse ellos, a autocontrolarse. De pequeños somos nosotros los que debemos ajustarles el tiempo, no tienen la capacidad para ajustarlo ellos. Tenemos que decidir cuál es apropiado para ellos.

-E ntonces, es necesario limitar la exposición, ¿no?

-Otras actividades son más fáciles de regularse por sí solas porque te cansas, te aburres. Pero las pantallas, los móviles, las tablets, la televisión, no. Yo les explico a los niños que tienen un poder mágico: el de abducirte. Si pasa eso, alguien tendrá que controlarme para que no me quede ahí pegado. En cualquier caso, creo que el poder de la abducción no es un problema infantil, es un problema social, en el que caen también los adultos.

- Cada vez hay más separaciones. ¿Sabemos gestionarlas?

-Una de las cosas que observamos ahora es el alto grado de conflictividad que se produce entre los adultos. Lo importante es ver qué hacemos para disminuir el impacto de ese conflicto en el crío. Evidentemente, va a tener que adaptarse, porque no es lo mismo vivir con un papá y una mamá que son pareja que vivir con un papá y una mamá que ya no son pareja. Él va a seguir teniendo su familia pero lo que va a tener son dos casas. Y a veces perdemos la óptica del niño y nos quedamos en la óptica nuestra, de lo que va mal entre los adultos. Evidentemente, donde tenemos que situarnos, y ahí tenemos una responsabilidad altísima los profesionales, es en las necesidades del crío, en ayudar a las familias a devolver su atención al niño, independientemente de lo mal que lo esté haciendo el otro progenitor.

- ¿Cuáles son esas necesidades de los niños?

-Todos los niños cuyos padres se separan van a tener reacciones. Es una circunstancia nueva para ellos y necesitan adaptarse. Es normal que tengan cambios en su comportamiento, emociones muy dispares, y tienen que elaborar un duelo. Tienen que despedirse de un modelo de familia para dar la bienvenida a otro, y eso hay que elaborarlo, y lleva un tiempo y un proceso. Hemos observado que el conflicto entre los adultos, cuando se traslada al niño y se le hace partícipe, lleva a que estas reacciones se perpetúen y llegamos a ver niños con ansiedad, reacciones fisiológicas, y otras somatizaciones. Muchos acaban en las consultas de salud mental.

- El primer paso es que los padres olviden sus diferencias, ¿no?

-Si no las olvidan, al menos que no las trasladen a los niños. Entiendo que las cosas son complicadas en muchas ocasiones, pero hay que proteger a los niños de esas diferencias. No pueden interferir en la vida del niño.

- ¿Influye la alimentación en la psicología? ¿En como pensamos?

-Todo está conectado, y en una dinámica saludable, si como bien, me siento mejor, si me siento mejor hago más ejercicio, eso me lleva a comer mejor, a pensar mejor, y así. La mejora es circular, da igual por dónde empieces: si a pensar mejor, a comer mejor, a actuar mejor. Todos los factores influyen en los demás.

- El debate del cachete sigue abierto. Y entre disciplina y diálogo.

-Respecto al cachete, la respuesta es fácil. Hay un artículo que dice que es ilegal, con lo cual tendremos que pensar en otra cosa. Y respecto a la disciplina y el diálogo, hay varios estilos educativos y todos son útiles. Los hay más permisivos y tolerantes y otros menos . Otra cosa son las necesidades que tienen los niños. Necesitan disciplina, todos la necesitamos, una serie de pautas, ritmos y tareas para funcionar bien, y los niños no tienen autocontrol. Tenemos que enseñárselo nosotros.

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