Era hijo del último alcalde que tuvo Villaviciosa en el siglo XIX, Adolfo Pando Valle, y quienes le conocieron le describen como un "ejemplo de bondad y honestidad" con el que acabaron las tropas franquistas en la mañana del 4 de diciembre de 1936. El juez maliayés Luis Pando Rivero acaba de ser nombrado hijo predilecto del municipio gallego de Villagarcía de Arosa, un acto que repara su memoria y la de su familia y al que acudió el alcalde de Villaviciosa, Alejandro Vega, quien considera importante reconocer la figura de este vecino.

"Adolfo Pando Valle tuvo veinte hijos, pero dos murieron de recién nacidos. Era farmacéutico y primo del fundador de El Gaitero, Obdulio Fernández Pando". La historia familiar la reconstruye Luis Silva Pando, de 70 años y nieto del juez nacido en Villaviciosa. Los hermanos del regidor también ocuparon cargos importantes, pues José fundó el Colegio de Médicos de España y Jesús fue el primer director de la Cruz Roja Española.

Los ocho varones de la familia estudiaron en Santiago de Compostela y se relacionaron con gente bien posicionada. Luis Pando Rivero fue el único que se casó con una mujer de condición humilde. Al concluir sus estudios universitarios se fue a México, donde tenía familia por parte de los Pando, y allí fue secretario de la Cámara de Comercio española. "A los tres o cuatro años regresó, se hizo juez y en el año 1931 se instaló en Villagarcía, foco principal de la Falange gallega", relata el nieto antes de describir las "barbaridades" que cometían sus partidarios contra colectivos como la UGT o el PSOE. "Llegó el juez Pando y quiso poner orden. Parece ser que era una persona querida y respetada, apreciada", explica.

El juez maliayés estaba "en el punto de vista de la Falange desde el primer momento", y entonces estalló la Guerra Civil. Fue llamado a cumplir órdenes militares, pero presentó su dimisión y evitó escaparse. Aguantó un mes hasta que lo detuvieron, "le montaron una comedia de juicio" y lo metieron en el penal de la isla de San Simón, del que salió para ser ejecutado. "Tenía tres hijas pequeñas a las que su madre no podía alimentar y se fueron internas con dos tías que eran monjas", explica Silva Pando, hijo de una de estas tres niñas. El juez Pando "dejó muy buen recuerdo", pero cada vez que alguien le mencionaba ante una de las hijas ésta terminaba con un ataque de ansiedad en el hospital. Ahora se han muerto las tres y los intentos por reconocer su memoria han cristalizado, gracias sobre todo a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Villagarcía. Han contado, además, con el apoyo del juez Baltasar Garzón. El reconocimiento se cerrará al ponerle su nombre a una calle de la villa pontevedresa.