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La bolera central

El eterno capitán yerbato

Emilio Palacio sigue cuatreando a sus 82 años en la peña Rozaes y acaba de hacer un buen papel en el Campeonato de Asturias de aficionados, alcanzando los cuartos de final

Por la izquierda, Héctor Gutiérrez, Alejandro Gutiérrez, Marco Martínez y Emilio Palacio durante una partida en 2016.

El que posiblemente sea el jugador con más afición a los bolos de Asturias no ve el momento de colgar las bolas. A sus 82 años, Emilio Palacio es uno de los supervivientes de una generación a la que el paso del tiempo ha ido retirando de los castros asturianos. Su pasión va tan allá, que las partidas de los sábados en la bolera del Titi de Nava son ineludibles y hace apenas unas semanas todavía participó en el Campeonato de Asturias de aficionados, obteniendo una meritoria clasificación para cuartos de final en los que fue apeado por el a la postre finalista José Luis "Vidal".

Palacio es un jugador con una trayectoria modesta, pero aun así historia viva de la cuatreada asturiana. A nivel individual no pasó de la clase media de roscadores guerreros a los que les falta un salto para pelear con los más grandes. En lo colectivo, sin embargo, llegó a ser un referente de los equipos por los que pasó con promedios dignos de los más grandes durante sus épocas más doradas.

Fue pieza clave de una peña El Che y posterior Villa de Nava en la que vio en primera persona en la que florecían talentos como el jugador más laureado de todos los tiempos, el naveto Javier Pruneda. Allí compartió filas con otros grandes como Thierry Hernández, Celestino Speroni o Nardo Valdés, entre otros hasta mediados de la última década del siglo pasado. En 1995 llegó a la peña El Chalupu de Siero de la mano de su presidente en Nava, Vicente Díaz, y allí se convirtió en referente de una nueva cantera en la que salieron más de media docena de campeones de Asturias de categorías inferiores.

De las dos décadas que pasó en Siero fue importantísimo en más de la mitad de las temporadas para mantener al equipo en lo más alto. En la etapa en la que empezaba a perder la titularidad en favor de los jóvenes que apretaban fuerte fueron más de una las temporadas en las que hubo que recurrir de nuevo a su experiencia para dar la vuelta a una mala situación y certificar la permanencia en Primera.

Su hijo, conocido como "Milito" fue una de las figuras surgidas en Nava que llegó a Primera Categoría individual y le acompañó en su traslado a El Chalupu, aunque por motivos laborales tendrían de dejar de lado su trayectoria bolística. Aun así, en alguna ocasión se les ha podido disputar torneos puntuales por parejas de carácter aficionado en el que los "Milios" dejaron buenas muestras de que la calidad les viene en los genes.

Hace tres años, el eterno capitán de la peña El Chalupu decidió sumarse a la recuperada peña Rozaes de su concejo de Bimenes. Por tercera vez pasaba a formar parte de una peña joven y con gran futuro en la que encontraba como plus la cercanía a sus orígenes y la posibilidad de reforzar un equipo entonces en construcción.

Aunque no sea un titular habitual, su contribución es muy importante para el equipo en el que tuvo apariciones importantes como la del año pasado en el torneo de quintetos de la Feria de Muestras en el que fue el participante más veterano no desentonó.

Su simpatía, acompañada por un amplio repertorio de anécdotas recogidas durante muchas décadas pasadas por los castros, le convierte en uno de los jugadores más queridos y apreciados de la región que, con el apoyo incondicional de su esposa Berta Roces, todavía quiere seguir dando guerra por las boleras.

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