Uno de los muchos cambios que traerá consigo la profunda renovación proyectada para la estación de autobuses de Pola de Siero será la reubicación de la cafetería, que se trasladará a la planta baja. Pero, además, el local hostelero de "la cuarta terminal de autocares más importantes de Asturias" también tendrá que afrontar otra novedad sustancial: un relevo en la dirección. Y es que la actual "inquilina", Pilar Gil, está decidida a abandonar el negocio tras casi 14 años al frente, de los que hace un balance "positivo", pese a que el funcionamiento de la parada "empeoró en los últimos años, cuando pasó a ser controlada por el Ayuntamiento": "ahora la reforma es necesaria", asegura.

Los quebraderos de cabeza de Gil comenzaron hace dos años, cuando la estación pasó a manos municipales. Desde ese momento, en la plata baja de la terminal comenzaron a proliferar los actos vandálicos; una problemática que, según la hostelera, "ha echado a los viajeros a la calle". "Muchas veces hay gente bebiendo alcohol; otras, fumando, y no precisamente tabaco, e incluso ha habido casos en los que han llegado a vaciar extintores o han roto tabiques", lamenta la empresaria en relación a un problema que, si bien reconoce que "existía" anteriormente, "estaba mucho más controlado".

Pese a que los bajos de la estación son para muchos "territorio comanche", la hostelera se congratula de que sean "muchos" los que saben separar el sótano de la cafetería, instalada en la planta superior; aunque, obviamente, no tanto como ella querría. "Por supuesto que me ha perjudicado, y mucho. Afortunadamente también hay multitud de clientes que saben cómo trabajamos y siguen entrando", presume Gil, a quien también le ha tocado padecer las obras de rehabilitación del Paraguas, frente a la puerta principal del negocio.

Esa confianza de la que Gil se ha adueñado no se ha ganado en cosa de dos días, sino que más bien es fruto del trabajo de años. "Al principio, muy poca gente entraba aquí, pero, poco a poco, he conseguido que venga más gente", relata la hostelera, cuyo negocio abre de cinco y media de la mañana a diez de la noche: "El primer conductor que sale a trabajar ya puede tomarse aquí un café", manifiesta.

Pese a que ahora el futuro de Gil se desligará de la estación, la empresaria confía en que no sean muchos metros los que la distancien del que ha sido su lugar de trabajo en los últimos 13 años. "Estoy buscando locales en Pola de Siero. Me gustaría que fuese por esta zona cercana, porque me conocen, pero no descarto nada", suspira esta cabraliega afincada en Lugones, que confía en seguir manteniendo el grueso de su clientela. "Tenemos una peña de loterías, he trabado relación con muchos de los clientes y confío en que nos sigamos viendo", abunda.

En cuanto a los plazos para dejar la estación, no se marca objetivos, si bien admite que está realizan una búsqueda activa que espera pueda dar sus frutos antes de que comience la remodelación del local. "En cuanto encuentre algo, me traslado, pero no es fácil", asume Gil, cuyo cambio le obligará, de momento, a prescindir de sus dos empleadas. "Eso sí, si veo que el nuevo negocio funciona bien, me las llevaré conmigo", aclara con rapidez.

La reforma de la estación de autobuses cuenta con una consignación que ronda los 300.000 euros en el presupuesto de 2018. En el proyecto está prevista la demolición de la planta superior de la terminal para crear una "terraza" en el entorno del Paraguas de Sánchez del Río y el reacondicionamiento del piso inferior para acoger los baños, servicio de cafetería y demás servicios básicos. Esta actuación fue aplaudida por los vecinos y también por las empresas operadoras en la terminal. Gil también lo ve con buenos ojos: "Aunque a mí me obligue a irme, hay que reconocer que esta estación necesita un lavado de cara en profundidad. Como ahora, no está bien", concluye.