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Pedro Olalla, de vuelta a su Arcadia

El helenista, cautivado por Grecia "en un largo proceso de seducción", vuelve a su pueblo natal, la Pola, que recuerda como un lugar de felicidad

Pedro Olalla, junto al auditorio de la Pola. MANUEL NOVAL MORO

Pedro Olalla es escritor, traductor, investigador, fotógrafo y cineasta, y con todas estas disciplinas desemboca en una pasión, el helenismo. Nacido en Pola de Siero, donde vivió hasta los 17, comenzó a viajar asiduamente a Grecia desde los 18 años hasta que cumplió 28. Fue en el año 1994 cuando decidió establecerse en Atenas, una ciudad con la que ha establecido unos lazos muy profundos. No en vano, en ningún sitio ha vivido tanto tiempo como en la capital griega. Lleva 23 años. "Con lo cual, no solamente veo la ciudad o el país como alguien que lo visita sino también veo el paso de mi sombra y el paso del tiempo sobre él".

Su relación con la cultura griega, como él mismo asegura, "no fue una iluminación ni un flechazo, fue un largo proceso de seducción". Cualquiera que se acerque a la cultura se topa con Grecia en los primeros pasos. Es un estímulo al que todos estamos expuestos. Desde niño, los mitos, las referencias literarias, plásticas, las propias palabras, ese cripticismo del alfabeto griego y de los conceptos semánticos griegos quizás fueran las primeras cosas que me llevaron hacia ese mundo", señala.

Y después, "tirando de esos hilos han ido saliendo un montón de cosas que han generado un proceso de evocación, reconocimiento y búsqueda del que no he conseguido librarme". Su ventaja respecto a otros helenistas ha sido su absoluta inmersión en la cultura griega. "Desde bastante pronto mi relación con Grecia fue fundamentalmente vivencial, con la lengua, con la gente, con los paisajes, las ruinas, la historia; mi idea era hacer helenismo in situ, no a distancia, con los estímulos, con la lengua viva, con las fuentes de información antiguas y modernas, los lugares históricos, los paisajes". Eso lo ha ayudado a vivir intensamente la historia de Grecia, estas dos últimas décadas.

Para él, "cualquier sitio es bueno si te puedes ir; a partir de ahí, lo bueno que tiene estar en Grecia es que sigue siendo, incluso después de tantos años, una opción voluntaria, vocacional. He podido irme en muchas ocasiones, y más en los últimos tiempos que las cosas son tan poco propicias, pero eso ha hecho que me reafirme en mi decisión de estar allí y que acabe convirtiéndose en mi caso en una actitud militante".

Esa actitud militante no sólo con el helenismo sino también con el humanismo, es a su juicio fundamental. Quizá actualmente más todavía, con las humanidades tan relegadas a un segundo plano. Tiene claro que, quienes nos gobiernan, en general, lo hacen guiados por criterios que quizás puedan estar bien para montar empresas y para ganar dinero, pero que no son en absoluto los mejores para organizar sociedades, y como el humanismo entendido en su sentido amplio desarrolla el sentido ético y crítico, aparte de la empatía por el sufrimiento ajeno, todo el acoso que recibe desde el poder tiene como sentido minar esa disidencia".

Olalla subraya el origen griego de valores que han sido fundamento de la cultura "como la política, la ciudadanía, el concepto de individuo, la actitud filosófica, la educación en su sentido de cultivo de las potencialidades humanas, y la propia democracia, por supuesto". Estos conceptos y desafíos "no solamente siguen estando vigentes sino que aún no han sido plenamente alcanzados y continúan siendo revolucionarios".

El estudioso volvía el pasado jueves a la Pola a presentar su película "Grecia en el aire" y utilizaba -cómo no- una palabra griega para definir lo que supone todavía hoy su pueblo natal. "La infancia es siempre una especie de Arcadia, y la Pola ha sido para mí y sigue siendo esa Arcadia feliz, dotada además de su pleno sentido bucólico. Yo crecí rodeado de prados, donde había vacas, caballos, un mercado de ganado, y bosques, y un río cercano, y en un pueblo tan pequeño que apenas había una o dos muestras de cada cosa: una iglesia, dos cines, un parque. Para mi la Pola sigue siendo esa especie de micrografía del mundo en la que crecí plenamente feliz, y esa es la Pola que me gusta rastrear cada vez que vuelvo. Y me alegro de comprobar que muchos de esos rincones siguen existiendo todavía. Me alegra que haya un auditorio tan bueno y que enfrente siga habiendo prados con vacas", concluye.

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