Pamela Palenciano contó ayer a los alumnos del Instituto Peñamayor de Nava su experiencia como maltratada en el monólogo "No solo duelen los golpes", una hilarante y al mismo tiempo dura y militante historia en la que sostiene que "la desigualdad sigue existiendo como ha ocurrido siempre", no sólo entre hombres y mujeres, sino entre blancos y el resto de razas, heterosexuales y el resto de orientaciones sexuales, etcétera.

Palenciano relató su relación con Antonio, basada en unos roles de dominación que ambos acabaron por asumir, y que de celos y maltrato psicológico derivó en maltrato físico e incluso en dos intentos de asesinato. Pamela Palenciano, no obstante, subraya que la parte física, siendo dura, no es la más importante, sino la que convierte a mujeres en sujetos pasivos a merced de los caprichos de los hombres que se someten para ser aceptadas.

Ya desde un principio advirtió de que su historia les resultaría incómoda a los jóvenes, y es cierto que habló de la dureza de los crímenes, las violaciones y todo tipo de ataques a las mujeres, pero aun dentro de esa dureza hubo risas, reflexión y hasta asombro.

Pamela Palenciano invitó a reflexionar, especialmente, sobre los roles que colocan a los hombres en una relación muy ventajosa, especialmente en las relaciones sexuales, en las que el comportamiento de los hombres se juzga de una forma mucho más benevolente que el de las mujeres, un error en el que caen las propias mujeres al juzgar a las de su sexo. En su caso, su novio fue urdiendo una tela de araña de dominación de la que ella no fue ni siquiera consciente y que cuando la descubrió, tiempo después de haber roto con él, supuso un desahogo extraordinario. Esa dominación, esa desigualdad -que muchos explican en la diferencia biológica y no tiene nada que ver- es la que quiere romper con su mezcla entre cabreo y risa.