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Viella guarda la tradición sidrera

El llagar de La Morena, cuya fecha exacta de fundación se desconoce, es, con más de 152 años, uno de los más antiguos

Viella guarda la tradición sidrera M. M.

El llagar de La Morena, en Viella (Siero), es uno de los más antiguos -si no el que más- de Asturias. Alfonso Prado, propietario, no tiene documentada su fundación. "No se sabe quién lo fundó", reconoce, pero fueron sus antepasados. "La referencia más antigua que tenemos es la de la credencial del estanco, de 1866, y constaba que ya había llagar, tienda y bar", indica Prado. Por tanto, el origen de esta bodega es anterior a esa fecha y tiene más de 152 años. "Antes no había un registro como ahora", justifica Alfonso Prado.

Lo que sí recuerda bien es que, siendo un niño, ya ayudaba a su padre. "Cuando venía de la escuela, me tocaba lavar toneles, ayudar a corchar, mayar...", señala, pues en función de la edad se asignaban unas tareas u otras. La suerte es que siempre le gustó todo eso, y de las labores que había que hacer en casa, antes que atender la tierra o el ganado, prefería el bar o el llagar.

Explica que antaño no se solía vivir sólo de la elaboración de sidra, sino que se compaginaba con otros trabajos. Ahora es más habitual la dedicación exclusiva.

Alfonso Prado es testigo de la evolución de las bodegas, donde la maquinaria permitió mejorar la calidad de la bebida y el rendimiento del negocio. Precisamente a él, que heredó el negocio de su abuelo y su padre -ambos Emilio Prado-, le tocó la misión de modernizar y renovar el llagar familiar. Aunque él no lo vivió, sí recuerda comentarios de sus antepasados, que mayaban con mayos de madera, que dieron paso a la trituradora de rabil, que aún estaba lejos de la mecánica actual. Para la manual se requerían tres parejas, que se relevaban cada media hora para dar a la manivela. Cuando se introdujeron los motores en la maquinaria, "ahí ya fue un avance importante". Las prensas pasaron de ser de madera a estar hechas de acero inoxidable. "Fueron avances que mejoraron la calidad y rendimiento de la sidra y manzana, porque estas máquinas también aprietan más y sale más mosto", afirma Prado.

La climatización de los llagares fue otro paso de gigante, sobre todo, con el cambio climático. "No nos asustan tanto los calores", asegura el llagarero sierense, por ejemplo, a la hora de mayar, y pueden refrigerar los caldos lo que precisen. El cultivo de la manzana tampoco fue ajeno a la modernización por la mejora de las plantaciones, aunque aún hay que avanzar en ello.

Alfonso Prado también ha visto cómo los clientes pasaron de demandar una sidra más dura y fuerte a pedir otra más suave. Y lo que le costó convencer a su tío de la necesidad de adaptarse. Está satisfecho porque sus dos hijos, Marta y Alfonso, garantizan la continuidad de este llagar familiar. "Es una satisfacción por el esfuerzo que se ha realizado. Me gustaría que también siguieran mis nietos", concluye.

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