Ser o no ser de Siero. Éste era el dilema en Argüelles a finales de la década de los 50. El abandono al que les tenía relegado el Ayuntamiento desde la Pola y los estrechos lazos entre la parroquia y el vecino concejo de Noreña llevaron a los vecinos a organizar un referendum -hoy tan de moda - para decidir si se unían al vecino. Tras una victoria inicial de los "secesionistas", defectos en el censo y el cambio de voto de algunos participantes alegando que habían sido "engañados" dieron la vuelta a una consulta que dejó a varias familias enfrentadas de por vida y consiguió, no obstante, que el Consistorio prestase atención y servicios a los de Argüelles.

"Todo empezó a finales de la década de los 50. Por aquel entonces en Argüelles estaba todo muy dejado. A eso se sumó que hubo infecciones de tifus y tétanos por contaminación en el agua de las fuentes y fue entonces cuando el debate sobre pertenecer o no a Noreña, que siempre había estado latente, salió a la superficie", explica José Junquera, uno de los vecinos que recuerda la historia y la vivió en persona: era un niño por aquel entonces.

En ese momento, en Argüelles se formaron dos bandos: los "propolesos", "entre los que había un cierto tufillo anticlerical porque iban en contra de lo que se creía que quería el cura", Aurelio Lín, "un potentado de la época que luego fue concejal de Siero", y el maestro, Ángel López, "aunque tampoco fue nunca muy claro con su posición".

En el lado de los pronoreñenses estaba Camilo Alonso Vega, casado con una noreñense y por entonces Ministro de Gobernacióna -equivalente a la actual cartera de Interior- "que pese a su alto cargo en el gobierno franquista no quiso interceder y prefirió que el asunto fuese solventado por los vecinos"; Celesto Carbajal y, "aunque nunca se decantó públicamente", todos los dedos apuntan al por entonces párroco Alfredo Barral, cura tanto de Noreña como de Argüelles.

Los argumentos de los secesionistas eran, ciertamente, de peso: prometían llevar el agua potable, el alcantarillado y el alumbrado público a los vecinos de Argüelles. Además, los jóvenes que estuviesen en edad de prestar el servicio militar obligatorio y votasen a favor del cambio a los territorios condales se les eximía de ello. Por su parte, los prosiero apostaban por mantenerse en un Ayuntamiento más grandes y con posibilidades.

Con los dos bandos bien claros y enfrentados, "llegando a haber vecinos de puerta con puerta que dejaron de hablarse", y un intenso debate a pie de calle, los vecinos optaron, en plena dictadura franquista, a solucionar el asunto por la vía democrática.

Por ello, en noviembre de 1962 los de Argüelles fueron llamados a las urnas -"más bien a una pecera que el maestro sacaba para las votaciones"- en las escuelas municipales.

El resultado, aunque ajustado, fue favorable a los secesionistas. con 165 votos favorables de un total de 305. El referendum fue impugnado, y tras un par de años de litigios, se concluyó que 20 de los firmantes no figuraban en el censo, por lo que no eran vecinos de la parroquia y su voto quedó anulado. Además, 24 residentes se retractaron alegando "que fue sorprendida su buena fe", y que creían que daban su apoyo a engancharse a la red de abastecimiento de aguas de Noreña.

"Yo tengo la sensación de que posteriormente hubo algo de trampa posteriormente", deja caer Junquera, con una sonrisa, sobre las vueltas que finalmente dejaron a los vecinos de Argüelles en Siero, al quedarse con sólo 121 firmas válidas, 32 menos de las necesarias para alcanzar la mayoría absoluta.

Al final, pese a que no se fueron a Noreña, los vecinos de Argüelles consiguieron llamar la atención de la Pola y les llevaron el saneamiento, el abastecimiento de aguas y el alumbrado público. "Aunque no a todas las viviendas", apostilla Junquera.

Por contra, "y aunque nunca hubo peleas, sólo discusiones", el "desafío independentista" de Argüelles dejó varias amistades y alguna familia rota. "Hubo gente que llegó a morir sin arreglar las cosas", asegura Loli Prendes, vecina y alcaldesa de la parroquia.

Tras más de medio siglo desde este peculiar suceso, y con la brecha social generada más que cerrada, en Argüelles hay alguno al que todavía se le escapa una sonrisa al hablar del tema. "Igual hay alguno que todavía estaba a favor de irse a Noreña", sueltan Junquera y Prendes con picardía: "Al final, rara es la familia que no tiene lazos en Noreña o la de Noreña que no tiene familia en Argüelles".