Candás pudo abrir ayer la Semana Santa con la procesión de Ramos. Hubo dudas, muchas consultas, nervios... pero también una pequeña tregua meteorológica, y la comitiva logró completar el recorrido. Eso sí, a buen ritmo.

Tras la bendición de los ramos en el templo, llegó la incertidumbre. En ese momento llovía, pero poco. José Manuel García, párroco de San Félix, salió al exterior del templo y elevó la vista al cielo. Más que la luz, el sacerdote vio nubes y, más terrenal, se dirigió a Gabriel Rodríguez, concejal del ayuntamiento de Carreño, preguntándole: "¿Salimos?".

El poder civil no supo qué decir al religioso y se lamentó a sí mismo: "Al final va a ser culpa del Ayuntamiento".

Había otro poder, el policial, que ante las consultas del párroco optó por no manifestarse y lo dejó en encogimiento de hombros.

"Clamé al cielo y no me oyó", se lamentaba Don Juan Tenorio; pero a Don José Manuel sí se le hizo caso y la lluvia dejó un breve resquicio para salir. Al frente, los monaguillos, que sin esperar a nadie enfilaron la escalinata hacia La Baragaña. El resto, detrás, a paso rápido. Giro a la derecha y vuelta al templo. Cinco minutos justos de procesión, con las palmas en ristre. Poco, pero suficiente. Luego llegó el diluvio.