Ellos no se dan cuenta, pero hay muchos vecinos en La Corredoria que hablan de Oviedo como si ellos no lo fueran. Por ejemplo Román Campa, 35 años, que llegó hace dos y medio al barrio para ver crecer a su hijo, que empuja en un carricoche a la hora del vermú: "Cuando me trasladé aquí me dijeron que me iba a olvidar de ir a Oviedo. Y es verdad. No recuerdo la última vez que fui".

Ese tic inocente no tendría importancia si no fuera porque lo que hoy son edificios nuevos de todos los colores, aceras anchas y rotondas, tres colegios, un instituto o un hospital a tiro de piedra, antes eran enormes prados con vacas y huertas, la zona rural que pocos querían y hoy se lee en los nombres de muchas calles y se ve en alguna que otra parcela mal cuidada. Ese tic no tendría importancia si no fuera porque hace veinte años, cuando todo lo de hoy era sólo un simple plano, La Corredoria tenía fama de conflictiva y peligrosa, imposible pensar en el sentimiento de pertenencia que se palpa hoy en la mayoría de sus vecinos.

Porque si hoy Román Campa ve a Oviedo como algo lejano es porque en La Corredoria lo tiene "casi todo". Porque si a Estefanía Suárez le han bastado sólo tres años allí para referirse al barrio como "La Corre" y también para apuntarse a tres asociaciones distintas es porque está implicada y la siente como propia. Porque si gente recién llegada presume tan pronto de señas de identidad es porque hay algo que engancha.

El paso adelante de La Corredoria ya no sólo es ese, la capacidad que tiene para transmitir que es un barrio "más amable" de lo que la gente cree, nada que ver con su fama de antaño. Eso, al fin y al cabo, es una consecuencia directa de su impresionante conversión en zona urbana, un lavado de cara de veinte años que ha multiplicado su población hasta 18.000 residentes de todas las partes de Asturias y de distintas de España y del mundo.

El paso adelante de La Corredoria lo marca ahora su capacidad para afrontar un problema del que pocos barrios se libran hoy en el municipio: el paro y la falta de oportunidades para la gente joven. Sucede que hay pocos barrios en Asturias con tanta gente joven, y por eso cuentan los vecinos que ahí está el reto principal a corto plazo: ayudar a ese colectivo de entre 15 y 30 años que ni tiene trabajo ni tiene oportunidades. "Debemos hacer un esfuerzo y buscar posibilidades para toda esta gente", asegura Francisco Piquero, coordinador de actividades del centro social El Cortijo. "Todos debemos implicarnos: instituciones, organismos, asociaciones. Hacen falta inversiones e ideas. Una mirada sensible a este problema", agrega.

El asunto se tratará el miércoles en la iniciativa "Conceyu abiertu", que organiza el miércoles LA NUEVA ESPAÑA en el centro social El Cortijo (19.00 horas). Allí, representantes de distintas asociaciones harán un diagnóstico del barrio y hablarán de sus puntos fuertes y sus puntos débiles a fin de mejorarlo.

Se hablará de retos como la "necesaria mejora" de la entrada al barrio desde la autopista AS-II, una de las principales vías de acceso al nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). La salida de la vía va a parar a una rotonda estrecha y a una calle con varios cruces que, en horas punta, "forma un embudo" que atasca la zona. Y también está la mejora de las líneas de los autobuses urbanos, que "dan mucho rodeo y tarda demasiado en llegar al centro".

También se abordará la ausencia de plazas para la enseñanza en un barrio con tres colegios y un instituto, otro de los asuntos que preocupan a los vecinos, como el estado del Mercado de Abastos, la terminación del carril bici, la implantación de servicios sanitarios como la dispensación de sintrón o la falta de comercio minorista en la zona por la cercanía de grandes superficies .

El encuentro servirá para hablar de retos y preocupaciones en un barrio multicolor donde, a diferencia de otros en el municipio, no domina ningún tipo de inmigración: conviven indistintamente vecinos de África y Latinoamérica, de Europa del Este o Asia.

Un barrio que ha "ganado vida" con la presencia del HUCA, también con unas fiestas que van cogiendo relevancia y una zona que, a bote pronto y a la vista de un forastero, transmite seguridad y personalidad, con mucha gente por la calle y dinamismo, estéticamente agradable y urbanísticamente bien planificada, con abundantes zonas verdes, 25 asociaciones, un movimiento vecinal potente y una actividad deportiva importante, del hockey al triatlón.

"Me fui cuando esto eran praderías y a la vuelta casi no lo reconocía, no parecía el nuestro", resume Lorena García, 36 años, que regresó al barrio tras un tiempo en Tenerife. Lorena es otra más que habla de La Corredoria con sentimiento de propiedad y de pertenencia a una comunidad, otro de los síntomas de la evolución del barrio.