Mieres / Langreo,

Miguel Á. GUTIÉRREZ

Una carretera del valle del Huerna truncó hace tres décadas la vida de Juan Muñiz Zapico, «Juanín», la gran promesa de la política asturiana en los inicios de la democracia. Condenado en el «proceso 1.001» y destacado dirigente de CC OO en la clandestinidad, Muñiz se convirtió, con sólo 35 años, en un referente de la izquierda asturiana que se ganó el respeto de rivales y correligionarios por su talante abierto e integrador. Dedicó buena parte de los 35 años de su vida a defender los intereses de la clase obrera en un período de intensa represión política. Pagó un alto precio por ello: siete años de cárcel, cinco despidos y cuatro huelgas de hambre.

La figura del sindicalista asturiano será recordará a lo largo de este año en una serie de actos organizados por la Fundación que lleva su nombre y promovidos con motivo del trigésimo aniversario de su fallecimiento.

Juan Marcos Muñiz Zapico nació en 1941 en el pequeño pueblo de La Frecha, en Lena. Hijo de un minero y de una cocinera, el chigre que regentaba su familia fue uno de los primeros foros en los que comenzó a imbuirse de las aspiraciones de la clase obrera, gracias a las conversaciones que escuchaba de los trabajadores de la mina que frecuentaban el local y debatían sobre la actualidad política y laboral.

Pese a gozar de fama de buen estudiante, tuvo que abandonar los libros a los 15 años para entrar a trabajar como aprendiz en los Talleres Aguínaco, en Mieres. Allí tuvo su primer contacto directo con el mundo sindical, al ser elegido representante de los trabajadores. Fue sólo el inicio. Su creciente implicación sindical y su ingreso en CC OO le convirtieron en objetivo de la represión franquista, lo que le llevó a pasar dos años en prisión a finales de la década de los sesenta, en las cárceles de Oviedo, Segovia y Jaén.

Muñiz aprovechaba los períodos de confinamiento -pasó en la cárcel la quinta parte de su vida- para hacer gimnasia y formarse académicamente. Lector voraz y de formación autodidacta, Juanín intuía que los tiempos que estaban por venir requerirían algo más que la acción directa, por lo que cursó a distancia estudios de Económicas con el fin de conocer mejor el contexto en el que se movería el mundo laboral tras la caída del régimen.

Don de gentes

Recuerdan quienes le conocieron que Muñiz poseía excelente don de gentes, que le dotaba de una gran capacidad para la interlocución con sectores que se alejaban de sus presupuestos ideológicos. Partidario del pragmatismo sobre la rigidez de la ortodoxia, el calado de la emergente figura de «Juanín» fue ganando enteros en el seno de Comisiones Obreras cuando la estructura de la futura organización sindical se iba perfilando en los últimos coletazos de la época de clandestinidad.

En abril 1972 se produjo uno de los episodios que marcaron la trayectoria personal de Muñiz y de la historia reciente de España. En un convento de Pozuelo de Alarcón, el sindicalista fue detenido junto a otros nueve miembros de la cúpula nacional de CC OO, entre los que figuraban Marcelino Camacho y Nicolás Sartorius. El juicio posterior sería recordado para siempre como el «proceso 1.001». El inicio de la vista se produjo el 20 de diciembre de 1973, el mismo día en que ETA atentaba contra el almirante Carrero Blanco. El clima de agitación política que se vivió como consecuencia del asesinato del presidente del Gobierno no ayudó a la defensa de los diez encausados, que fueron condenados a penas de casi 20 años de cárcel. La revisión posterior de las condenas las rebajó considerablemente. En el caso de «Juanín», pasó de 18 a 4 años de cárcel.

Marcos Muñiz Torre, hijo del sindicalista asturiano, recuerda cómo siendo un niño paseaba junto a su padre por el patio de la prisión de Carabanchel -«tiritando de frío»- cuando a los presos les dejaban recibir visitas. La familia también aprovechaba la ocasión para llevar a Juanín las casadiellas hechas por su madre, que tenían una gran acogida entre los compañeros de celda. A finales de noviembre de 1975, tras el fallecimiento de Franco, fue indultado junto a los demás condenados por el proceso 1.001.

El regreso en tren a Asturias se transformó en una manifestación de apoyo a Juanín que tuvo que ser controlada por la Policía con fuertes medidas de seguridad en las estaciones de Mieres y Gijón. En 1976, año clave para la estructuración de CC OO (legalizada un año después), Muñiz ya contaba con una gran peso organizativo en el sindicato, gracias a su trayectoria y a la proyección pública adquirida tras el 1.001. La previsión era que Juanín pasara a ocupar la secretaría general de Formación. Sin embargo, un accidente de tráfico acabó con la vida del sindicalista, El Seat 850 de Muñiz, a quien nunca le gustó conducir, colisionó contra un árbol después de precipitarse por un terraplén en el valle del Huerna. Los dos amigos que le acompañaban salieron ilesos, aunque fallecieron años después, también en sendos accidentes de tráfico.

Al entierro de Juanín acudieron más de 20.000 personas, que despidieron en un multitudinario cortejo como no se recuerda en Asturias y menos en el municipio de Lena. Entonces nació el mito, un mito que sigue estando vivo, pese al paso de los años, y que volverá a La Frecha.