Langreo,

Lucía CORTINA

Asturias es una de las regiones con un mayor número de diagnósticos de ansiedad, depresión y también de consumo de ansiolíticos. Acerca del frecuente abuso en la ingesta de estos fármacos versó la charla que ofreció el viernes en la Casa de la Buelga de Ciaño el profesor de Psicología de la Universidad de Oviedo Marino Pérez. Esta ponencia, organizada por Cauce del Nalón e inscrita en la programación del Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas, contó además con la participación de Tomás Fernández Antuña, presidente de Cauce, y Aladino Fernández, director de la Casa de la Buelga.

Marino Pérez acusó a la industria farmacéutica de «realizar una campaña de marketing para que los ciudadanos consideren que sus problemas cotidianos son una enfermedad mental y opten por el consumo de ansiolíticos». Bajo su punto de vista, considera que lo correcto sería «acudir a terapias psicológicas para resolver el problema en el mismo plano en que éste se produce», aclarando que «no se niega la utilidad de los psicofármacos, pero éstos sólo deberían ser utilizados en caso de que tras diez terapias el paciente no notase mejoría, una medida que ha sido adoptada en el Reino Unido y que tendría que hacerse extensible a España». El profesor de la Universidad de Oviedo alertó acerca del consumo excesivo de estos medicamentos, ya que según indicó «aunque los médicos saben que lo razonable es tomarlos sólo durante tres meses, lo frecuente es que los pacientes continúen haciéndolo durante ocho o doce años».

Las elevadas cifras correspondientes a este tipo de prácticas también se han extendido en España a los niños. Por ello, Marino Pérez hizo hincapié en la necesidad de «sensibilizar a los padres para que detecten comportamientos poco habituales en sus hijos y que estos síntomas sean tratados como trastornos con la correspondiente terapia, ya que los psicofármacos han sido testados en adultos, pero no en niños, a quienes también se ha extendido su consumo».

Durante su ponencia en la Casa de la Buelga, también analizó las causas que sitúan a Asturias a la cabeza de las enfermedades mentales. Según indicó, «en esta sociedad la vida es más abierta, existen más oportunidades y la gente es más libre de elegir, lo que a su vez hace que la vida sea más incierta y que nos enfrentemos, por tanto, a más incertidumbres y problemas». Comparó esta estructura con la de las sociedades tradicionales, en las que «la vida estaba más organizada y los problemas se asumían de antemano». También achacó al aumento de enfermedades mentales el «individualismo» que prima en la actualidad, al indicar que «las personas están desligadas de las estructuras sociales que daban contexto a la vida, de lo que deriva que los individuos tengan que organizar la vida por su cuenta y en gran competitividad con los otros». Como consecuencia de esto, indicó que «las experiencias como frustraciones, tristezas o miedos se convierten en problemas que hay que tratar».