Más de un ciudadano de Langreo y de las Cuencas quisiera despertarse de ese sueño que es casi eterno y, noche a noche, anida en la mente, como una maldición de la que parece que nunca escaparemos. Son pesadillas llenas de humos y ruidos. Y por más que se anuncien como protectores del medio ambiente, nada tienen de eso: se presentan en los medios de comunicación con bellas imágenes de veleros que compiten en regatas a nivel mundial. El escaparate es idóneo para el engaño ya que la realidad en algunos lugares, pongamos como ejemplo el nuestro, es bien distinta.

En el fondo de la cuestión se trata, ni más ni menos, que de seguir violando los derechos de un pueblo a vivir sin estar contaminado. No ser uno de los lugares de este país que alcanza el ranking entre los de mayor índice de enfermedades de cáncer y ser el cubo de la basura.

Pero ocurre que quienes tendrían que decir mucho a este respecto se callan, y además ofrecen su apoyo a la instalación de otros grupos térmicos en la región, y unas cuantas presas, en el caso de Caleao, potenciando, si cabe aún mas, el proceso degradador del ecosistema al que todo el planeta se ve sometido. Pero no importa, pues lo que verdaderamente prima es el dinero que lo puede todo, por el que se mata, se renuncia a la madre y se reniega de Dios. Mayor hipocresía y desfachatez que la del Protocolo de Kioto, donde se plantea la compra a las zonas subdesarrolladas -África entre otras- de esa parte que se supone estarían en su derecho a contaminar, y así hacerlo por ellos las naciones más desarrolladas que han de cumplir ciertas moratorias. Es necesario ser cínicos y tener cara.

Quisiera despertar un buen día de la pesadilla en la que altas chimeneas apuntan hacia mi cielo, el humo se transforma en lodazal negro, y un ruido que lo ocupa todo, el día y la noche, como en el Génesis, se te mete en el alma para acompañarte hasta tu lecho de muerte.

Sueño otro sueño: en él, un gobernante con verdadera ambición, capaz de recuperar para sus vecinos una ciudad bella, donde prime el color y la salud sea el objetivo máximo, y erradique todo signo de desecho industrial. Y no del modo que ahora se están gestionando, orquestando campañas engañosas que sólo apuntan a fines poco fiables. Deseo un progreso en sintonía con las vidas de las personas: fue costumbre aquí la de extender la mano ante el primer proyecto o la primera oferta, sin sopesar cuáles serían a largo plazo las consecuencias, ligando a él nuestra existencia, siempre a expensas de lo quisieran darnos. Algunos amigos, vecinos y familiares se han dejado la vida en esos trabajos como consecuencia de las enfermedades profesionales: silicosis, tumores, etcétera. Nos han robado la salud y nos hemos ganado el pan de cada día, no con el sudor de nuestra frente, lo hemos hecho dejándonos el pellejo en ello, y así y todo hemos de estar agradecidos.

Hoy ya no se puede tolerar el chantaje de las multinacionales en las que sólo prima la codicia sin aportar nada. Nuestros hijos se merecen un futuro mucho mejor y ese futuro pasa por un profundo respeto hacia el entorno que vemos, como el paisaje, y el que respiramos, el oxígeno, que configuran la atmósfera y nos da la vida.

Respecto a Iberdrola, cuya intención es la de no abandonarnos jamás, estancando todo proyecto expansivo de la ciudad de Langreo, deteriorando nuestro entorno, que instale sus proyectos de futuro en las márgenes del río Nervión, lo mas cerca posible del Museo Guggenheim, y así completar el concepto global de una instalación como obra artística.

Que se lleven allí su mierda, a ver si el Gobierno vasco se lo permite. No les quepa la menor duda de que en Asturias estaremos encantados de venderles nuestro carbón. ¿No es así, señor consejero de Industria? El objetivo es dejar de ser la cenicienta de este país y hacer valer nuestro derecho a pedirles que se vayan lejos de nuestras viviendas, de nuestras familias y de esta porción de cielo y tierra que nunca será la suya y que sólo les importa porque les es rentable económicamente.