Pola de Laviana, L. C.

El escritor y periodista Jorge Martínez Reverte recomienda leer su última obra, «La furia y el silencio», como si se tratara de una novela de aventuras. Sin embargo, lo que recoge en sus páginas son las historias reales de los hombres y mujeres de la comarca del Nalón que durante la primavera de 1962 se movilizaron en la «Huelgona» para reclamar una mejora laboral. La de los lavianeses José Antonio Casal, «Piti», o Francisco Fernández Corte son algunas de ellas. Ambos ayudaron con su testimonio al autor para empaparse del clima revolucionario que lo inspiró para escribir este ensayo. El pasado viernes lo acompañaron en el Cidan de Pola de Laviana, donde presentó su libro en un acto organizado por la asociación cultural Cauce del Nalón, incluido en las actividades del Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas.

La razón por la que Martínez Reverte no utilizó toda la información obtenida durante su indagación para crear una novela es que, según explica, «los personajes son lo más difícil de matizar cuando inventas una historia. Cuando empecé mi investigación acerca de este tema hallé testimonios apasionantes, ricos, llenos de acontecimientos que nos perturban y pueden llegar a emocionarnos, a experimentar cuchilladas de dolor; yo nunca podría haberme inventado historias tan profundas». Cuando pensó en dedicar un libro a la huelga de 1962 no tardó en contactar con algunos de sus protagonistas, datos que completó con partes policiales y con la famosa «Carta de los intelectuales», documento gestado en plena dictadura por militantes del ilegalizado Partido Comunista, en la que figuran las firmas de Alfonso Sastre, García Hortelano e incluso Menéndez Pidal. También visitó Asturias y bajó al pozo Carrio, en Laviana. Fue entonces cuando descubrió la magnitud de la movilización obrera gestada en aquella primavera en la región, de la que declaró que «se convirtió en el gran movimiento democratizador español, gigantesco, y en el que se reclamaba una libertad pacífica sin venganza ni odio, pese a los intentos de la dictadura por que la gente se odiara». También descubrió en Asturias «una gran cultura de la región, algo que no se reivindica, que hay que tener en los genes, y que la dan los mineros que tanto odió Armando Palacio Valdés porque llegaron para quebrantar la paz de su Arcadia».

A medida que escribía «La furia y el silencio» Martínez Reverte comenzó, de manera inconsciente, a tomar partido en la historia y posicionarse al lado de sus protagonistas y a enamorarse de algunas de las heroínas de este libro, mujeres de los mineros de la «Huelgona». Así lo declaró en Laviana, donde explicó a los asistentes a la presentación que el papel femenino en aquel acontecimiento ocupa un lugar destacado en su libro: «Durante mi indagación me he encontrado con este aspecto, que aparece incluso registrado en los archivos policiales. Las mujeres no sólo se encargaban de llevar con gran dificultad aquellos hogares miserables en los que casi no entraba un sueldo, sino que también desempeñaron un papel activo en la huelga, ya que los únicos incidentes callejeros los protagonizaron las mujeres y la Policía». Otro de los aspectos que recoge en su libro Jorge Martínez Reverte es la solidaridad vecinal para con los mineros y sus familias.