Madrid / Langreo,

P. CASTAÑO

Greenpeace denunció ayer que el impulso del Gobierno español a la captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) para luchar contra el cambio climático es una «estafa» al tratarse de una tecnología que no estará disponible a medio plazo, es cara, despilfarra energía y entraña riesgos.

La organización ecologista presentó ayer en Madrid el informe «Falsas esperanzas: por qué la captura y almacenamiento de carbono no salvará el clima», que denuncia los «lavados de cara» en la lucha contra el cambio climático y respaldan más de 100 organizaciones de más de 21 países, que han firmado una declaración en la que piden que la captura y almacenamiento de CO2 no se utilice como excusa para la construcción de nuevas centrales térmicas de carbón.

Según Greenpeace, el desarrollo de la tecnología que pretende capturar el CO2 procedente de las centrales térmicas y almacenarlo en depósitos subterráneos, terrestres o marinos, está promovido por el sector del carbón, «que en España tiene un nombre, el de empresas como Endesa», para «continuar quemando mineral como hasta ahora». Así lo manifestó ayer el director ejecutivo de Greenpeace, Juan López de Uralde, que alertó de que «no hay soluciones mágicas» ni «atajos posibles» contra el calentamiento global, más allá de la eficiencia y el ahorro energético y el impulso a las energías renovables.

«La captura y el almacenamiento de carbono no ayudarán a evitar el cambio climático; enterrar carbono es enterrar el dinero necesario para las verdaderas soluciones, como las renovables, y sepultar el futuro de las próximas generaciones», señaló Raquel Montón, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace y responsable del informe junto con José Luis García.

Montón explicó que el proceso de captura y almacenamiento de CO2 consta de tres fases y que la primera de ellas, la captura -que puede ser previa, media o posterior a la combustión-, aún no ha sido instalada en ninguna central del mundo. Una vez capturado el CO2, hay que transportarlo a través de gasoductos y, posteriormente, almacenarlo de forma temporal o permanente en emplazamientos terrestres o marinos. Montón explicó que sólo existe un proyecto piloto en Noruega, que está inyectando una tonelada métrica al año en un pozo salino, una cantidad muy pequeña respecto de lo que supondría un almacenamiento a nivel mundial.

Las conclusiones

Según el estudio de Greenpeace, la tecnología de captura y almacenamiento no va a llegar a tiempo para combatir el cambio climático ya que no se prevé que esté disponible antes de 2030, y las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que empezar a reducirse en 2015. Además, el informe señala que ese método «despilfarra» energía, ya que utiliza entre el 10 por ciento y el 40 por ciento de la producida por una central térmica, y que su adopción a gran escala acabará con las ventajas en eficiencia conseguidas en los últimos 50 años, al aumentar un tercio el consumo de recursos.

El informe también pone de relieve que es una tecnología cara y que podría dar lugar a que los costes de las centrales se duplicaran y a que el precio de la electricidad se incrementara entre un 21 por ciento y un 91 por ciento. Según la organización Greenpeace, el dinero invertido en captura y almacenamiento de CO2 alejará las inversiones de las que consideran «soluciones sostenibles para el cambio climático».