La llamada me sacudió. Yo había visto el periódico por la mañana y quería pensar que lo sacarían de allí, que había lugar para el milagro, tantos otros montañeros habían pasado por lo mismo y habían escapado. Pero todos tenemos un lugar y un momento señalados por los astros, y el momento de Iñaki Ochoa de Olza había llegado. Era Santa quien me dio la fatal noticia. Y si alguien en Sama tenía razones para llorar la muerte de Iñaki, esa era Santa, la madre de Manolo «el Rubiu».

Iñaki había estado en Sama el 20 de febrero de 2003 para el II Memorial «Manuel Álvarez Díaz» organizado por Festejos de Santiago. Habíamos conseguido el teléfono a través de Sebas Álvaro, de «Al filo de lo imposible». Y ahora vienen todos los recuerdos de su visita de golpe: cuando hablé con él la primera vez estaba a oscuras debido a un apagón en Pamplona. Ello no impidió que el acuerdo fuera total, no por el dinero sino por el fuerte vínculo que le unía a Manolo, del que luego hablaremos.

El día de su visita estábamos nerviosos, era la primera vez que teníamos una estrella (si Iñaki, pura humildad, sabe que le hemos llamado «estrella», seguro que se levanta y nos corre a hostias con la chapela) de su calibre en el «II Memorial», con permiso de Chus Cubillas, Javier Arienza y los capitanes Bragados y Mediavilla, todos ellos amigos de Manolo, que completaron el cartel de ese segundo memorial.

A media tarde lo localizamos: estaba correteando por una playa de Llanes, tenía que hacer su entrenamiento diario; pero llegó a tiempo en su destartalado Nissan junto con su compañera alemana. ¿Y donde lo íbamos a alojar? Mientras preparábamos el salón de Cajastur, entre Sasi y Sergio Ramos «caciplaron» una habitación en El Entrego que a Iñaki, acostumbrado a los mayores rigores, le debió parecer un palacio.

Antes de comenzar la conferencia, Iñaki se encuentra con el otro «hombre fuerte» de las jornadas, el teniente coronel Benito Molina, también venido a Sama para homenajear a Manolo. Y, paradojas de la vida, Iñaki, objetor de conciencia, se fundió en un abrazo de los que sólo se dan los amigos con el militar, al que no había visto desde la nefasta expedición al Gashembrum II. Tuvieron que pasar siete años para que ambos se volviesen a saludar, y el reencuentro tuvo lugar en nuestra villa. Aún se me respiga la piel cuando recuerdo ese abrazo de oso que ambos se dieron.

Iñaki y Manolo estuvieron presos, sin saberlo, de los dioses de la tragedia, uno primero y otro después. En aquel fatídico julio de 1996, el equipo de «Al filo?» y la expedición militar decidieron que la cordada mas fuerte, la de Manolo y la del comandante (hoy coronel) Alfonso Juez era la adecuada para atacar el Gashembrum II aprovechando una ventana de buen tiempo; pero como quiera que Juez sintiera unas inoportunas molestias, Manolo decidió esperar por su compañero. Y la espera fue fatal. Quien finalmente aprovechó el tiempo favorable fue la cordada de Iñaki, que sí hizo cumbre con unas condiciones meteorológicas perfectas. Finalmente, Manolo y Juez salieron dos días más tarde, hollando la nieve abierta por Iñaki. Ambas cordadas se encontraron, una hacia arriba y otra hacia abajo; Iñaki fue una de las últimas personas en ver a Manolo con vida, ya que el empeoramiento del tiempo fue una de las circunstancias que le costó la vida a nuestro convecino.

Todo esto tuvimos que sacárselo a Iñaki «con gancho» tras la conferencia, que fue un éxito de público. Cuando fuimos a cenar a La Carbonera, invitados por los padres de Manuel, Santa y Manuel, Iñaki apenas intervino en la conversación. Un mocetón fuerte como pocos combinaba una humildad rayana en la timidez, pidiendo casi permiso para hablar y haciéndolo siempre en voz queda. Iñaki hablaba cinco idiomas y varios dialectos locales, era un profesional sin patrocinio alguno porque este patrocinio podía significarle perder su libertad, su independencia. Iñaki fue uno de tantos objetores de conciencia que tuvo que enfrentarse a un tribunal por negarse a vestir el uniforme; ello no le impedía, no obstante, tener una relación excelente con los militares. Al día siguiente quisimos seguir agasajándole, llevarle a «María Luisa», al museo, llevarlo a escalar? pero Iñaki se excusó porque quería seguir su brújula, marcharse a Pamplona, seguir su propio destino.

Bueno, Iñaki, nosotros no pudimos hacer nada para salvarte la vida. Pero queremos, todos, que sepas que en nuestra villa un montón de amigos hemos querido despedirnos de ti. Somos muchos los que te recordamos cuando miramos el programa de ese segundo memorial en el que aparece la foto de Manolo hecha por Sebas. Somos, quizás, unos pocos menos los que comprendemos lo que decía Malora cuando le preguntaron por qué escalaba montañas: «Porque están ahí». Pero seguro, Iñaki, que si hay séptimo memorial será gracias a ti y a tantos que han pasado por aquí. Así que ten por seguro que el año que viene tendremos unos segundos para recordar el día que compartiste con nosotros un pequeño trozo de ilusión.

Manuel Carbajo Quirós es coordinador de las Jornadas de montaña Memorial «Manuel Álvarez Díaz» de Langreo.