Además, el fantasma o los fantasmas, lo muestra como si hubiera un guionista detrás o un plan para intentar decirnos algo.

-Le vamos a levantar el millón de dólares a James Randi. Él que pretendía retirar el premio en marzo de 2010, a ver qué dice ahora.

-Dejaos ahora de tonterías -interrumpe Iker Jiménez-, lo del premio es lo de menos comparado con la importancia que este descubrimiento va a tener en la ciencia, en la religión, en el futuro de la Humanidad... llamad a Daniel Gavela, el director general de Cuatro, esto tiene que verlo él también. Mientras tanto, Luis -añade, dirigiéndose a Luis Fernández, que sigue con la vista clavada en el ordenador- pásanos el episodio.

-Fijaos en las imágenes del principio -continúa Luis, que ya ha puesto el proyector en marcha-: se ve que los chalés están abandonados; en cambio, hay mucha gente que aprovecha el día para organizar su propia barbacoa y darse un baño en la playa, así que esta primera escena ocurre más o menos en la actualidad. Fijaos en esas dos parejas jugando a las cartas porque ellos son los protagonistas.

Efectivamente, un primer plano acerca a los cuatro a la pantalla, y a pesar de los chisporroteos, se distingue perfectamente a dos hombres y dos mujeres sentados alrededor de una mesa de camping.

-Si os fijáis bien -continúa Fernández-, se les nota que andarán por los cuarenta y muchos. Al de bigote lo llaman Fredo y a su mujer sólo la nombra una vez y la llama «Michuchi». Dejad de reíros y escuchad.

-Fue hablar Fredín el de Sama y del Oviedo. Sin arreglu. De tercera.

-Segunda B esti añu. Y el que vien, vuelve el derbi. A los de La Felguera y del Sporting, va quedavos más cerca el Carlos Tartiere.

-¿Pa variar nun podíamos hablar de otra cosa que nun fuera el fútbol?

-Si «Michuchi» lo que tú digas, vida.

-Qué empalagosu pues llegar a ser, Fredín...

-Sentimental, cariño, sentimental. Tola vida fui un sentimental.

Los tres miran en dirección de Fredín y niegan con la cabeza.

-Empalagosu y pesáu -remata el amigo-. Y ya que hablamos de pesaos, a ver si aprovechamos pa que nos expliques esta perra tuya con Perlora. Que una cosa ye venir tolos años, como vinimos mientras la empresa tuvo chalé, otra ye seguir viniendo cada fin de semana del verano y otra muy distinta ye nun salir nunca pa ningún otru llau.

-Porque soy un sentimental, ya vos lo dije.

-Y un pesáu, cariño.

En ese momento entra el director de la cadena con cara de pocos amigos. Iker le explica brevemente lo que están viendo y Gavela le hace un gesto a Luis Fernández para que siga con la proyección.

-Ahora -explica Fernández- hay una especie de corte, y vemos a Fredo y a su mujer años atrás. Por los pantalones vaqueros de pata de elefante, debe de ser mediados los setenta. Fijaos bien, porque a Fredo no lo vais a reconocer. Es aquel chaval que se ve llegando al fondo, esmirriado, con unas gafas inmensas y cara de estar en la Luna.

-Deja de perseguila, ho, que esa moza nun te va facer ni casu. Ye de Blimea, y gusten-y namás los guapos -le grita alguien a sus espaldas, aunque Fredo no parece oírlo y sigue andando detrás de una adolescente de melena dorada que de vez en cuando se gira, le ve y se ríe.

-Esta -interviene de nuevo Luis Fernández- es «Michuchi» con 18 años. Os lo explico para que no os perdáis, porque los cuerpos dan mucho de sí. Como veis, Fredo, que acaba de verla, echa a correr detrás de ella.

-Hola.

-Hola, pelma.

-Ya empezamos...

-Porque tu quies, que yo de lo que menos ganes tengo ye de aguantate.

-Pero toi enamoráu como un burro.

-¿Ah, sí, de quién?

-De quién va ser, si nun fago otra cosa que soñar contigo, que mirar pal cielu y pensar en la envidia que te tien que tener...

-Eso sí que no. Ni se te ocurra empezar otra vez con Rubén Darío. Además sabes que salgo con Clodo «Guapures». Y hoy voy dir con él a ver la ballena.

-Pues eso sí que te lo pierdes, porque esi pijo seguro que nun tien ni idea de que Perlora fue un puertu balleneru de primera, que taba ahí mismo enfrente, en la isla de Entrellusa. Y tovía hoy en día puen vese pasando, pel Cantábricu alantre, calderones, ballenes jorobaes, rorcuales, y hasta ballenes azules...

-¿Sabes lo que te digo, Fredo? ¡Que nun te soporto!

Fredo se queda contemplando cómo la chica se larga a toda leche, espera un poco y, en cuanto cree que no va a verle, echa a andar detrás de ella.

-Lo único raro -comenta para sí- ye que pa dir a ver ballenes, marchen a estes hores que yá ta más bien oscurecío. Nun sabía de que fueren nocturnes, pero tendré que revisar el Atlas Universal de los Bichos Vivientes pa asegurame.

En ese momento Luis detiene de nuevo la grabación y explica lo que van a ver después:

-Ahora la escena vuelve otra vez al presente. Vemos a los cuatro riéndose y, por lo que dicen, parece que estaban recordando la historia que acabamos de ver, porque «Michuchi» está contando cómo descubrió a Fredo entre las rocas.

-Cuando me di cuenta que Clodo y yo nun tábemos solos, que había una cosa que reptaba como les culiebres.

-Pero bien que callaste -responde Fredo-. Esi día y al siguiente y al otru. Tolos días que vos seguí mientres dibeis a ver la ballena.

-Pues nun vos entiendo -les interrumpe su amigo-. De ver ballenes, nun sé cómo pué nacer una pasión que dura va pa trenta años.

-Non, bobu, de ver ballenes no, pero Fredo, que cuando trabayaba en Perlora yera más tontu tovía que ahora, nun trataba con nadie que nun hubiere leío a Cortázar. ¿De aquella yera Cortázar pol que te dio, eh? -se interrumpe para dirigirse a Fredo, y una vez que el asiente continúa-, así que nun trataba con nadie. Y nun se enteró que los que trabayábemos allí, decíamos «dir a ver la ballena» cuando díbemos a... yá sabéis.

-A qué muyer, nun seas tan remilgá.

-Pues a eso, a dase el lote, a metese mano y a lo otro...

-Ya. Pues más raro, porque Fredín, tuviste que ver lo que nun queríes.

-No exactamente. Home, nun ye que me gustara, pero desde el mi puntu de observación entereme de que Coldo «Guapures» yera eyaculador perprecoz. Nun llegaba a arrimala y ya glayaba como un coríu. Y por más que «Michuchi» quería poner cara felicidá, después de una semana, taba de ver ballenes hasta les narices. Esperé a que un día tuviera berrando como una desesperá y entonces aparecí yo con los versos de Rubén Darío...

-«Michuchi» púsose colorá -añade la amiga riéndose.

-Sí, boba, ta recordando que tamién traía empolláu el Kama Sutra.