Langreo,

C. M. BASTEIRO

Definitivamente, lo de Cuco Suárez es arte. En sus estíos infantiles, el creador polivalente, impulsor del centro de Ladines, ya echaba mano de su originalidad y creatividad, aunque con otros fines: «Sacarme unos durillos». A pesar de que en los meses veraniegos tenía que ayudar en el negocio familiar, el artista no tuvo problema en disfrutar de sus ratos libres con baños en el río Nalón, a la altura del puente de La Chalana, y crear su propia empresa de venta de pescado fresco.

Cuco Suárez divide su mente en dos partes, cuando le hablan de sus veranos infantiles. «Lo que es para recordar, y lo que es mejor olvidar», explica entre risas. En la parte buena de su memoria guarda «los paseos por Laviana, las fiestas, las excursiones a Castilla y los baños en el río Nalón». En una caja cerrada a cal y canto guarda, sin embargo, «todos los días que me tenía que quedar encerrado en el negocio familiar para ayudar a mis parientes. Pa matalos», bromea.

Quizás le vino de familia, pero Cuco Suárez enseguida tuvo una vista muy empresarial y se puso manos a la obra para montar su propio negocio. «Un día de verano, cuando tenía diez años, me junté con mi amigo Marianín y decidimos poner en marcha un plan para divertirnos y ganar unos durinos. El proyecto consistía en meternos en el río, coger truchas y venderlas a nuestros vecinos». Su sorpresa llegó cuando vio que aquel plan empresarial empezó a surtir efecto: «Llegamos a vender un kilo de peces, fue un éxito».

Aunque de niño fue un apasionado del agua y la pesca, Cuco Suárez asegura que «no sé nadar, nunca fui capaz de aprender». Por este motivo, su familia se asustaba cuando lo veía meterse en los pozos con los demás niños, por lo que «me pasé varios veranos castigado en la orilla, sin poder bañarme. Aquello era un suplicio, sobre todo cuando hacía buen tiempo y te asabas de calor». Cuando el sol no acompañaba, la actividad veraniega del artista no decaía. «Solíamos ir a por manzanas, a alguna huerta cerca de casa, algún que otro azote nos cayó», explica con una amplia sonrisa.

Cuando creció, Cuco Suárez dejó su tierra y se convirtió en «un nómada». A los 18 años emigró a Suiza, donde trabajaba su madre, y se buscó un sitio laboral «para sacar dinero y pagarme los estudios». En su juventud trabajó en múltiples empleos, desde la morgue de un hospital hasta una lavandería. Actualmente, es el impulsor del centro de arte Ladines y se define a sí mismo como «performer y artista multimedia; sus proyectos están relacionados con la radicalidad de la experiencia corporal a través de la performance e instalación y tienen temáticas sociales».