El avión era como un autobús con alas. El jet de los muchimillonarios en versión proletaria. La mayoría del equipaje de mano que habitualmente se puede llevar en cabina hay que transportarlo en bodega. Pequeño pero cómodo y, además, perteneciendo a Air France, todavía sirven un piscolabis para aliviar el rugido de tripas matutino.

De los 50 pasajeros, no menos de 25 se pasaron los noventa minutos de vuelo tosiendo y estornudando a escape libre. Quizá fuera por efecto de la altitud y del miedo a volar, que ya veía los virus en suspensión sobre el estrecho pasillo y aproximándose a mí desde todos los frentes. Sólo faltaba que en la tarjeta de embarque pusiera Aerolíneas Gripe A.

Desde luego, no se ve a la población particularmente preocupada por la expansión de esta variante griposa. Como en un partido de tenis, el pasaje se lanzaba concentraciones catarrales de unos a otros. Si uno estornudaba sobre el cogote del viajero del asiento anterior, éste contestaba girándose y lanzando sobre aquél toda su potencia virásica en forma de tos tremebunda.

A mitad de vuelo ya era consciente de que antes siquiera de tocar tierra comenzaría a experimentar los primeros síntomas de contagio. Ya sentía picor de ojos, la sesera pareció inflamarse, la nariz me moqueaba. Estaba a nueve kilómetros de altitud sobre el golfo de Vizcaya encerrado con una recua de cabrones juramentados para que de aquel avión no saliera nadie sano.

Así como hay profesores que desde que tomaron posesión de la plaza se propusieron jorobar a sus alumnos tanto o más que lo que a ellos les hicieron pasar en su época estudiantil, hay numerosos ciudadanos que al caer enfermos reaccionan, si es posible, propagando su mal a toda la población. No me parece bien. Es una concepción del socialismo y la solidaridad equivocada. Lo que es conveniente repartir es lo bueno, lo positivo. No los mocos. Éstos, mejor reservarlos para uno mismo.

Llevo varios días pendiente. Me tomo las constantes vitales, observo si de las fosas nasales sale algo en cantidad superior a la normal y compruebo la temperatura corporal. A día de hoy, voy librando. Veamos hasta cuándo.