Los ciudadanos encuadrados en el grupo o régimen de pensionistas están recibiendo estos días la carta del Ministerio de Trabajo e Inmigración, en la que se les comunica el «incremento de su pensión». El personal anda que fuma en pipa, y resulta tema recurrente en los corrillos o conversaciones en cualquier lugar.

Si el anunciado incremento del 1 por ciento era poco menos que una limosna, complementado, además, con la supresión este año con la paga única por no haber tenido desviación el IPC del 2009, la cosa de este año clama al cielo. La ingeniería numérica que aplican más bien se asemeja a un timo, tipo la estampita o similares.

Por citar un simple ejemplo de los muchos que estos días atrás me muestran: te suben el dichoso 1 por ciento, que puede suponer unos 16 euros, si la paga es buena. Posteriormente, por incremento del IRPF o mejor por el famoso artículo 43, al final la cosa queda en que pierdes los 16 euros y otros 15 más, con lo que al final las buenas gentes se encuentran con la desagradable sorpresa de que la «subida» se queda en bajada en toda regla.

A todo esto habría que añadir que el IPC, como sucede habitualmente, no se corresponde con lo que refleja el día a día de la cesta de la compra o productos de consumo de cualquier tipo se encuentran los compradores.

Y no hablamos aquí de pensionistas cinco estrellas, ya que a éstos el tema se la sopla, si no de los considerados normales, a los que seguramente quieren equilibrar con los pobres de solemnidad, o beneficiarios de prestaciones sociales.

Un buen número de españolitos tendrá que seguir haciendo malabarismos para subsistir, y la desigualdad seguirá siendo una constante con nulo remedio de arreglo, y castigo a personas que dejaron en el camino su vida, salud incluida, en el trabajo, para que estos depredadores modernos los esquilmen.

Pues nada, señoras mías, si estaban esperando que sus maridos les dieran una sorpresa agradable con los euritos de la subida para irse de rebajas, pues como que quedó en desagradable, dado que la auténtica rebaja fue la de ya por sí justita pensión.

Pero, eso sí, nos queda la tranquilidad de que nuestro sacrificio vía impositiva será destinado a muchos proyectos interesantes, que en buena lógica serán por nuestro bienestar, en el más amplio sentido de la palabra.

Si no fíjense bien en que algunos de los afortunados que siempre están en la pomada, y no hace falta decir que la problemática aquí expuesta no les afecta en absoluto, ya entrenan tarareando aquello de «allá en La Habana, allá en La Habana».