Mieres del Camino,

Antonio LORCA

Ir al cine, salir de compras, merendar una tarde chocolate con churros... Estas son actividades que para cualquier ciudadano de Mieres no suponen ninguna novedad. No sucede lo mismo con los usuarios del programa sociolingüístico que está desarrollando Cruz Roja de Mieres, con el apoyo del Ayuntamiento. Grupos de inmigrantes de Marruecos y Rumanía asisten dos veces por semana al local que tiene la organización en el centro de la localidad para recibir clases de lengua española y realizar con los voluntarios actividades cotidianas que les ayudan a integrarse en la vida social de Mieres.

Y es que, por extraño que pueda parecer, los miembros del grupo de marroquíes asistieron por primera vez en su vida a una proyección de cine gracias a este programa. Con algunas reticencias y temerosos de que las películas incluyeran escenas que dañaran sus creencias religiosas, los alumnos del curso acudieron con sus hijos más pequeños al cine y vivieron un momento irrepetible: entrar por primera vez en una sala oscura a ver una película en pantalla gigante. Eso sí, tomaron la precaución de dividirse en dos grupos: uno integrado por mujeres y niños y el otro por hombres. El primero, acompañado por una de las voluntarias de Cruz Roja, vio la película infantil de dibujos animados «Tiana y el sapo»; el segundo, junto a la coordinadora del programa, María José González, entró a ver el último film dirigido por Clint Eastwood: «Invictus».

En semanas anteriores se llevó a las mujeres a dar un paseo por Mieres con el fin de indicarles donde estaban las tiendas, el consistorio y otros lugares de interés. En otra ocasión les invitaron a tomar chocolate con churros, costumbre que también desconocían. También estuvieron en el Carnaval infantil de la villa y tienen pendiente una visita al Museo de la Minería. «El objetivo es que sepan moverse por el lugar en el que viven y que sean ciudadanos activos de Mieres», explica María José González.

Podría parecer que estos marroquíes llegaron a Mieres hace poco tiempo y que por eso aún no les ha dado tiempo a integrarse pero la realidad es bien distinta. Un ejemplo de ello es Berkay El Hirch Mouzouri, que lleva 20 años en Mieres, viviendo en la localidad de Figaredo, de donde proceden todos los alumnos marroquíes que forman parte de este curso. Berkay explica que se enteraron de que se iba a iniciar este curso a través de los servicios sociales del Ayuntamiento y asegura que le está siendo «muy útil». «Ahora no tengo trabajo y aquí me están ayudando a mejorar mí nivel de español y así tendré más posibilidades de acceder a un empleo», explicaba Berkay.

La realidad es que ninguno de ellos tiene ahora trabajo. Por eso, uno de los objetivos que tienen en Cruz Roja es «ayudarles a encontrar trabajo», explica Genma Argüelles, una de las voluntarias que cada jueves les da nociones de lengua y geografía y que intenta que estos inmigrantes, además de vivir en Mieres, se conviertan en ciudadanos activos. «Les damos de todo: lenguaje, matemáticas, geografía. En la última clase les explicamos donde queda España en el mapa, y dentro de España donde queda Mieres, y en Mieres, donde está situado Figaredo», explica esta voluntaria de Cruz Roja.

Los alumnos marroquíes del curso, todos matrimonios, tienen hijos y algunos de ellos mayores. «Mi hijo nació aquí y ya no sabe escribir en árabe», explica Amina Admou, que gracias a este curso se hizo socia de la biblioteca municipal de Mieres, desde donde ahora saca «libros infantiles» para su hijo más pequeño.

Las voluntarias María José González y Genma Argüelles explican que, sobre todo para las mujeres, las actividades que están desarrollando en este curso suponen «salir de casa después de mucho tiempo». Los hombres buscan trabajo y hasta hace poco estaban empleados, pero en estas familias «las mujeres no trabajan». Así de claro y sin ningún tipo de complejo lo explican los hombres del grupo, que niegan con la cabeza cuando se les cuestiona sobre la posibilidad de que las mujeres se incorporen al mercado laboral.

En una animada charla, los integrantes del grupo parecen disfrutar de las atenciones que les prestan en Cruz Roja y explican cómo están viviendo ellos la situación económica. «Nosotros no encontramos nada, y tengo un hijo que ya ha dejado el curriculum por todas partes pero es que no hay trabajo», explica Berkay, que lleva la voz cantante. Por su parte, Girtz Lekbir señala que hubo una época en la que se instalaban muchos compatriotas en Asturias pero que esa época ya ha pasado: «Algunos vienen, no encuentran trabajo y se van». Pero ellos ya no piensan en marcharse. Asentados en Mieres desde hace muchos años, han visto crecer a sus hijos aquí y son conscientes de que su futuro ya no pasa por la tierra que les vio nacer. «Todos tenemos hijos que nacieron aquí, a Marruecos iremos de vacaciones cuando la situación mejore, nuestra casa está aquí», explica Larthi Mustapha.

«Además de enseñarles el idioma, les intentamos familiarizar con las costumbres y el entorno y de este modo facilitar su integración en todos los ámbitos y más rápidamente», explica la voluntaria María José González después de la clase. Se trata de un plan piloto en el que, entre los dos cursos, participan 40 alumnos, y que esperan «tenga continuidad en el futuro». «Consideramos que está siendo un éxito y que es muy efectivo ya que atendemos a una población que forma parte de la nueva fisionomía de Mieres y que sería muy bueno que también formara parte de su masa social», apunta. Por su parte, Gema Argüelles explica que los hijos de estas personas son ya asturianos y, a modo de curiosidad, cuenta que el hijo de Rabia Handram, una de las alumnas, «domina el bable». Rabia, muy tímida, asiente con la cabeza a la vez que sonríe y dirige su mirada hacia el cielo.