Quedamos a la una para tomar algo. Iluso de mi, le dije: Aparcas por el centro y nos vemos donde siempre. Me llamó entrando en Mieres para decirme que llegaba justo. Le dije que no se preocupara. Hacía buen día. y lo esperaba tomando algo en una terraza. Llegó hacia las dos menos cuarto. Con la lengua fuera. Subió tres o cuatro veces por Manuel Llaneza y recorrió algunas de las que dan a ella. Sabía el truco de aparcar en La Mayacina, pero bajando por Carreño Miranda lo desviaron por no sé qué calle y cuando se dio cuenta volvía a estar en la entrada, con lo que salió de nuevo a la autovía y entró por Mieres Sur. En el aparcamiento del Campus no encontró sitio y lo intentó con la primera de las plazas de Vega d'Arriba. Allí consiguió dejar el coche. No tenía recuerdo de que estuviese tampoco bien aparcado. Pero estaba cansado de dar vueltas. Echó a andar y acabó llegando, como digo, con la lengua fuera. Por no conocer mucho Mieres había confundido el espacio de La Mayacina con el de frente al Campus. Cuando quiso darse cuenta ya estaba donde el Instituto Sánchez Lastra, la antigua Maestría. Siguió andando hasta encontrarse con Manuel Llaneza y poder ordenar un poco el espacio en la cabeza. Los que somos de Mieres pensamos que la cuadrícula de las calles es fácil. Para los que vienen de fuera y sólo conocen esto de paso, es un laberinto.

Después de comer fuimos dando un paseo hasta el coche. Cuando llegamos ya nos había bajado la comida. No hay duda de que se trata de un buen ejercicio. Él pensaba que lo había dejado dónde me decía que lo había dejado. Pero, si no te fijas, hay un montón de sitio donde aparcar en Vega d'Arriba y un montón de coches aparcados de tal forma que, o estas muy atento, o el último que encuentras es el tuyo. Al final dimos con él usando el viejo truco de ir apretando el mando a distancia hasta que un coche encendió las luces. Pero había quedado empotrado entre una furgoneta y otro coche, que impedían abrir las puertas. Al final se decidió a entrar por el maletero. Bajando los asientos de atrás y estirándose consiguió llegar al freno de mano y bajarlo. Empujamos el coche y conseguimos sacarlo lo suficiente como para poder entrar.

Quedamos para comer de nuevo esta semana. Me dijo que con la última experiencia de Mieres ya tenía bastante. Le dije que no se preocupara que me acercaba yo a Sama. Podría contar lo mismo. También quedé a la una. También llegué justo de tiempo. También llegué a las dos menos cuarto. También con la lengua fuera. Encontré sitio a la entrada de La Felguera. También aparcando medianamente mal. Y, claro, cuando fui a por él, tenía multa. Mi ángel de la guarda se presentó a unas oposiciones y ahora es policía local. Y me sigue a todas partes.