De un tiempo a esta parte, al Gobierno del Principado de Asturias no hacen más que tumbarle los nombramientos, los concursos y las convocatorias de plazas para la administración autonómica. Cuando no es por la falta de transparencia de los procesos selectivos es por saltarse a la torera la normativa. Recientemente, los tribunales han echado abajo doscientos y pico nombramientos de libre designación -lo que comúnmente se entiende como «a dedo»- pues consideran que se está abusando de este procedimiento «excepcional» cuando lo previsto para acceder a la función pública es la oposición.

Cierto es que la «manía persecutoria» de los tribunales asturianos hacia Tini y su cuadrilla está recurrida ante el Tribunal Supremo, por lo que el puñetazo en los morros queda en suspenso hasta que haya resolución definitiva. Pero resulta, como poco, intrigante que un gobierno nombre a tantísima gente a dedo y que le anulen tantos procedimientos de selección.

Hace ya tiempo que la administración Areces despide un tufo de podredumbre. Son muchos años de hacer y deshacer a sus anchas, de actuar con la soltura de quien se sabe sin rival, de no tener que dar explicaciones sobre errores monumentales, ni justificaciones de decisiones muy cuestionables. Es como el agua estancada: sin renovación ni tratamientos preventivos, se pudre y apesta.

Parece que Asturias se ha convertido en una «dedocracia», de la que únicamente se benefician los afectos al régimen, los cercanos y sumisos, prestos y dispuestos a obedecer sin rechistar la voz de su amo. Y, por lo visto, este proceder tan injusto y arbitrario se está llevando a cabo con tal descaro que ya se acumulan los recursos en los juzgados.

No se a ustedes, pero a mí me tiene pasmado lo de la reorganización de la plantilla de médicos del Sespa. Primero, le dan el pasaporte a un montón de facultativos, que se marcharon a casa por las buenas o por las malas y ahora resulta que hay servicios casi parados porque no se han cubierto las plazas. La idiotez es de tal magnitud que a la fuerza ha de esconderse algún otro propósito, que a día de hoy se me escapa