Son tiempos duros. Las noticias de cada día nos pintan un lóbrego panorama, un escenario de futuro en el que los inocentes acaban pagando los desaguisados causados por los culpables, en el que han de apretarse el cinturón los que menos tienen. Como siempre.

Pero no podemos caer en la depresión colectiva y dejarnos arrastrar por esta corriente de pesimismo. La vida no es sólo, afortunadamente, lo que nos cuentan por la radio mientras nos afeitamos. El mundo no está limitado al dramón que nos largan con cada telediario. En los momentos difíciles hemos de ser lo suficientemente inteligentes para ayudarnos entre nosotros, para hacernos la existencia un poco más llevadera.

La señora que espera a ser atendida no tiene la culpa de que este estúpido gobierno se proponga recortar tu sueldo. Ella nada tiene que ver en el asunto y no merece pagar tu mosqueo -comprensible, por otra parte. Y la cajera del supermercado no es responsable de que a usted le vayan a congelar la pensión. Bastante congelada está ella como para, además, verse obligada a aguantar sus salidas de tono.

Hay mucha gente que lo está pasando mal y más que van a ser próximamente. Pero ninguno de los que estamos por aquí cerca es responsable ni puede hacer gran cosa para remediar esta sinrazón. Pero somos nosotros, los próximos, los que podemos contribuir a no ponerlo peor, los que tenemos la capacidad de mantener un clima respirable, vivible, a pesar de los muchos disgustos que nos dan desde fuera.

Al igual que el policía que ha discutido con su esposa no debería descargar su enfado sobre el ciudadano que simplemente pasaba por allí, no podemos caer en el error de permitir que la crisis en que nos han embarcado amargue nuestra relación vecinal.

Hagamos el esfuerzo de sonreír, de ser amables y cordiales. Casi todos llevamos encima la pesada carga de un presente repleto de malas noticias y un futuro incierto. Pero en nada lo mejoramos con miradas torvas y desplantes.

Más nos vale pensar, como se suele decir, que «nunca llovió que no escampara», aunque con este clima cueste creerlo.