El Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha dado a conocer una sentencia en la que se anula el nombramiento de doscientas ochenta y un personas en categorías de alto funcionariado. Doscientos ochenta y un cargos en la élite del ámbito público asturiano elegidos a dedo, entre quienes se cuentan titulares de jefaturas de servicio, puestos de coordinación, de dirección, de intervención, de asesoría? Es abrumador el volumen de puestos de alta responsabilidad que se otorgan con criterios ajenos a procesos selectivos objetivos, práctica que, lejos de quedarse entre Pajares y el mar, podemos hacer extensiva a todo el ámbito estatal. Las funciones que se reparten por el tradicional sistema adquirido en la infancia del pito-pito-gorgorito, además de acarrear una responsabilidad notable y la toma de decisiones importantísimas que afectan a la población asturiana, lleva consigo unos sueldos nada desdeñables y unas condiciones laborales a las que poner pocos peros.

Parece plausible, por tanto, que trabajos de tanto peso para nuestra Comunidad Autónoma fueran asignados a personas preparadas que hubieran pasado un proceso selectivo de cierto rigor. Pero este es el mundo patas arriba y en una tierra donde hasta los cuerpos funcionarios de inferior categoría tiene que someterse a exámenes selectivos y demostrar méritos suficientes para acceder a un puesto de trabajo, la flor y nata de la función pública solamente tiene que estar en el lugar adecuado y en el momento preciso cuando el gran dedo de la Administración señale. No tenemos, por tanto, a los mejores para la población, sino a los mejores para el Gobierno, a quienes más conviene para sus propios intereses. En resumen, el Ejecutivo asturiano aúna prácticas de la empresa privada y de la empresa pública ganando doblemente. Elige a quien quiere como la empresa privada, pero sin correr ningún riesgo porque paga los platos rotos toda la Comunidad y eso, para el TSJA como para cualquier persona que lo mire objetivamente, no está bonito.

Hasta aquí la lógica. Pero hay situaciones que se escapan al tradicional sistema de análisis racional. Para estos casos, la filosofía ha creado diferentes conceptos que explican lo que va más allá. Hablar de la cuadratura del círculo es, por ejemplo, hacer referencia a situaciones imposibles. Sin embargo, está claro que hay personas capaces de mostrarnos como posible lo más descabellado. Ana Rosa Migoya sabe cuadrar círculos. Y ella, tan portavoz, tan socialista, tan progre, avalaba recientemente la elección de cargos por libre designación (a dedo, vamos) porque permite destituir a quienes los detentan si no cumplen con sus obligaciones, mientras tener a personal elegido por un proceso selectivo imposibilitaría esa libertad de acción. He de reconocer que en este punto, opté por dejar de escucharla. Me puede sorprender ver a una persona cuadrando círculos, pero cuando se comienza a tratar a la población como una gran masa aborregada que se traga lo que le digan, me puede el orgullo.