Una vez más, LA NUEVA ESPAÑA me acerca a?, ¿adónde? ¡Joder!, nada menos que al infierno. Miren ustedes, desde bien guaje los curas y las monjas metíeronme más miedo en el cuerpo que qué sé yo: todo el día hablándome del fuego eterno, Satanás, Lucifer, Pedro Botero? Ya, cuando tenía mediana edad -piensen en los cuarenta, suponiendo que dure ochenta, cosa que me creo en el mejor de los casos- la iglesia católica soltó amarras y, entonces, comenzó a predicar más en base a la misericordia divina. Aquello nos relajó un palmo y, con el tiempo, pasamos a que nuestra vida fuese un relajo, que es otra cosa muy distinta. Y, ahora, la Santa Madre Iglesia vuelve a atar corto y nos endurece la cuestión de la salvación estableciendo, de momento y que se sepa, dos categorías. Hasta aquí llegó para mí la parte más importante de las manifestaciones procedentes de la mismísima Cittá del Vaticano.

Resulta que, ante la salida a la luz de los abundantes casos de pederastia dentro del clero, el Papa se pone duro con sus ministros y manifiesta, en esta ocasión a través, nada menos, de Monseñor Charles Scicluna, Promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe -seguro que el cargo no le cabe en una simple tarjeta de visita-, que los religiosos que incurren en abusos tendrán un infierno más cruel que los paisanos de a pie. Miren por dónde, cómo Benedicto XVI tiene una fuente de información «del más allá» bastante más eficiente que la que teníamos hasta ahora a través del Viejo y Nuevo Testamento. Más aún, que a partir de ahora esto será igual que cuando viajamos unos en turista y otros en busines. Entendiendo yo, que jodidos van los clérigos y enseguida les dolerá el culo..., ¡sabe Dios por qué les dolerá!: dejémoslo ahí. En tanto que los de a pie «gozaremos» de una simple estufa que «ahora la enciendo, ahora la apago».

Quiero igualmente entender que, a los susodichos, la cuestión tienen que ponérsela más peliaguda que a los demás porque, quien tiene facultades para administrar el sacramento de la penitencia perdonando nuestros pecados y a la vez -o en vez de- practican?, ¡qué sé yo lo que practican los guarros esos!, al margen de la consabida cárcel de los tribunales terrenales, no se van a ir de rositas en el repetido más allá que tanto predican, ¿no?

Y ya mucho más en serio, hay que pensar que el mismo trato no lo pueden tener quienes, estando en una posición de dominio y vanagloriándose de estar ungidos con un sacramento como el del orden, Monseñor Scicluna es drástico en afirmar recordando las palabras del evangelio: «El que escandalice a uno de esos pequeños que se ponga al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar». Así que, de momento, el business classe no es para ellos.