Langreo, L. M. D.

Cientos de personas ya han llegado hasta el campo, donde los balones ya han comenzado a rodar... cuesta abajo. Lo vivido ayer en La Felguera no era el Mundial de fútbol, pero en muchos aspectos se parecía: mucha gente, balones por el aire, un prau verde y una temperatura elevada, rondando los 30 grados a las seis de la tarde, un calor más africano que Asturiano. El terreno de juego, eso sí, distaba mucho de ser llano y liso como un tapete de villar: el prau de la jira en Castandiello tiene una gran inclinación. La merienda campestre puso punto y final a las fiestas de San Pedro de este año.

La jornada festiva en La Felguera arrancó a las once de la mañana, cuando los primeros socios de la Sociedad de Festejos y Cultura «San Pedro» se acercaron hasta la sede de la asociación para hacerse con el «bollu preñau» y la botella de vino. A esa misma hora los niños pudieron disfrutar de «La caja de los juegos», un espacio instalado en la plaza de abastos «abierto a la gente de todas las edades». Ya por la tarde, el reparto continuó hasta las seis de la tarde.

A partir de esa hora, estaba previsto que las peñas se reuniesen en el entorno del parque de Pinín, pero la realidad es que muchos jóvenes ya habían emprendido la escalada al prau de Castandiello tiempo antes, dejando todos los supermercados de Langreo con las estanterías del vino y de la sidra prácticamente vacías.

El desfile «oficial» a Castandiello lo abrió la banda de gaitas «Valle del Nalón», cuyos componentes, vestidos con los trajes típicos asturianos de fieltro, sudaron la gota gorda para poder tocar todo tipo de piezas. Tras ellos marchaban algunas de las principales peñas que aún siguen fieles a la tradición de vestirse con una única camiseta y dejar bien claro que todos van a una. Javier Garnica, propietario de los bares Planta 14 y La Tená e impulsor de una de estas peñas, explicaba que «una de las cosas buenas que tienen las jiras es que se junta gente de todas las edades, se hace mucha mezcolanza».

Una vez en el prau, decenas de balones, tal vez por la influencia del Mundial de fútbol, volaban de un sitio a otro del campo, con muchos jóvenes vestidos con camisetas futboleras, algunas de ellas de España. También hubo grupos más originales que, anticipándose al inicio de los Sanfermines, acudieron al prau ataviados con vestimenta blanca y pañuelo rojo, además de con un toro que en su interior camuflaba todo tipo de bebidas para refrescarse y huir del tórrido calor.

Sobre las ocho y media, los primeros romeros comenzaron a desfilar cuesta abajo, desde Castandiello a La Felguera, donde en el parque Dolores Fernández Duro (el parque «viejo») les esperaba la ya tradicional fiesta de la espuma. Para su decepción, los cañones que debían generar la espuma dejaron de funcionar y la fiesta tuvo que suspenderse.