El Padrún (Mieres),

P. CASTAÑO

Las escombreras mineras forman parte de la orografía de las Cuencas casi como las montañas. Solo la compañía estatal Hunosa llegó a tener cerca de 200 depósitos de estériles en las comarcas del Nalón y el Caudal. Algunas de ellos han desaparecido, gracias a los planes de restauración y aprovechamiento energético de los residuos mineros; otras han quedado camufladas por la vegetación o sepultados bajo polígonos industriales y muchos continúan ennegreciendo el paisaje de las Cuencas como símbolos de un pasado minero de orgullo industrial y de destrucción del medio ambiente. Pero de todos esos depósitos de estériles sólo uno permanece activo: el de Pumardongo. Es la última escombrera minera de Hunosa.

Cerca del pueblo de El Padrún, junto a la antigua carretera Oviedo-Mieres (la de las cuestas, las curvas y los mareos) un cartel oxidado advierte: «Propiedad privada, prohibido el paso». Aunque se quiera no se puede pasar porque una verja metálica lo impide. Tras la alambrada, otro cartel informativo: «Prohibido verter basuras».

«Para estar prohibido dejar basura bien que las descargan», afirma Avelino García mientras divisa como unos metros más abajo un camión de cinco ejes sacude el volquete y deja escapar kilos, kilos y más kilos de cenizas grises que generan una nube que por unos segundos engulle al mastodóntico camión.

Avelino García, jubilado mierense al que le gusta gastar suela por los montes de la comarca, sigue con atención las maniobras del vehículo desde el tramo de carretera que une los pueblos de El Padrún y Aguilar. Hasta allí asciende el estruendo del portón del volquete, que golpea una y otra vez el trasero del camión para limpiarse los últimos restos de ceniza. Allí ha dejado su montoncito de «excrementos» industriales, al lado de otros de colores gris y negro alineados a la espera de que llegue la pala y los integre en la ordenada montaña de residuos.

A la escombrera de Pumardongo, propiedad de Hunosa, llegan principalmente dos tipos de residuos industriales. Por un lado están las cenizas procedentes de la central térmica de carbón de La Pereda (de color gris) que la empresa estatal no logra vender (una parte son adquiridas por empresas cementeras para utilizarlas como aditivos en la fabricación de cementos). Y por otro lado los estériles procedentes de lavadero de carbón de El Batán (de color negro), donde se trata toda la producción de mineral de la empresa estatal minera, más de 900.000 toneladas al año tras el cierre en 2007 del lavadero de Modesta, que cubría la zona de Nalón.

Tanto la escombrera de Pumardongo como su gemela de Modesta en Langreo, ya en desuso, nacieron hace más de 20 años para concentrar una parte importante de los estériles procedentes de los lavaderos de carbón de los valles del Nalón y el Caudal. En esos depósitos se han vertido más de 20 millones de toneladas de residuos en condiciones muy distintas a las conocidas hasta esa época en los valles mineros. En estos casos se abordaron diseños técnicos para garantizar la estabilidad y seguridad de los depósitos, se adoptaron medidas para conducir el agua de escorrentía y se contemplaron actuaciones para corregir el impacto visual de las montañas de residuos. Además, en el caso de Pumargondo, ya se han realizado labores de restauración en zonas de la escombrera que ya están saturadas y en las que ya no se depositan residuos. En esas áreas, Hunosa puso en marcha a partir de 1996 una gran plantación de manzanos, iniciativa similar a la llevada a cabo en viejas escombreras como las de Morgao en Mieres o San Pedro en Siero, o en antiguas minas a cielo abierto como las de Mozquita y La Matona, que están situadas ambas en el cordal que une los municipios de Langreo Mieres.

Con sus manzanos, Pumargondo ha participado en los planes de diversificación de Hunosa y podría tener también su papel en la nueva apuesta de la empresa estatal por entrar en el campo de las energías renovables. De hecho, al actual presidente de Hunosa, Juan Ramón García Secades, le gusta ilustrar sus charlas sobre el futuro de la empresa estatal minera con una imagen virtual en la que se puede ver la plataforma de la escombrera de Pumardongo convertida en un gran huerto solar lleno de paneles de captación de rayos.

De momento, Pumardongo sigue siendo un vertedero controlado y hasta él llegan a diario, incluso los días festivos, camiones y camiones cargados de residuos. Los vehículos, procedentes del lavadero de El Batán y de la térmica de La Pereda, acceden a la escombrera por la carretera propiedad de Hunosa que enlaza el depósito con el polígono de Baiña y que está previsto ampliar. De esa forma, los residuos no salen del concejo de Mieres y se reducen los gastos de transporte. La montaña de estériles sigue creciendo. «Mire, mire, ahí llega otro camión cargado de porquería», anuncia Avelino García antes de reanudar su excursión. A él le gustan las montañas, «pero las de verdad».