Había cumplido ya cuarenta y seis años cuando llegó a Langreo. Era viudo y tenía una hija de pocos años a la que amaba por encima de todas las cosas. Más que una nueva etapa empezaba ahora una nueva vida. Venía de Madrid para levantar en La Felguera una factoría pionera en una región periférica. Alguien le auguró un mal negocio: usted verá, el hierro no se rompe nunca si al menos fabricara vidrio. Sin embargo, su empresa fue pronto la primera de España en su género, alcanzando sus productos una alta valoración en las exposiciones universales de Londres y París. Por ello su administrador fue galardonado con la Gran Orden de Isabel la Católica, condecoración suprema del Estado español, y con la Legión de Honor al mérito civil concedida por el Gobierno francés.

Nos referimos a Pedro Duro Benito, natural de Brieva de Cameros (La Rioja), en donde nació el cinco de diciembre de 1810. Pedro fue pastor en su pueblo natal, en cuya escuela pública -casi la única universidad de su vida- adquirió un sólido bagaje de conocimientos que le permitirían ampliar considerablemente su horizonte profesional y social. Con sólo doce años, sus padres, modestos agricultores, deciden que se vaya a Madrid con su primo Vicente Bayo: era el primer salto para superar los condicionamientos impuestos por fatalidad nativa. En la capital trabajó primero como aprendiz en una tienda de tejidos, llegando a ser un hombre de negocios prestigioso e influyente.

La Felguera fue el gran destino de Pedro Duro. Aquí adquirió su verdadera dimensión histórica. En 1986, con motivo del centenario de su muerte, LA NUEVA ESPAÑA publicó unas páginas especiales cuyo editorial llevaba este significativo título: «Un hombre que hizo cambiar a Asturias», reconociéndole como una de las personalidades más sobresalientes de la primera revolución industrial.

Asimismo, merece destacarse la política social de Pedro Duro, considerada como la más progresista en la España del siglo diecinueve. Los obreros de su fábrica le honraron pronto levantándole una estatua, «porque había demostrado con sus iniciativas y desprendimiento lo mucho que amaba a la clase proletaria y el acendrado afecto por él profesado a todo lo que revelase progreso, civilización, y cultura».

La siderurgia felguerina -Duro Felguera desde 1900- supuso una transformación radical para estos valles, incorporándolos a la corriente más universal de los pueblos industriales. Al mismo tiempo se han ido generando unos vigorosos lazos económicos, laborales, sociales, culturales, históricos, políticos e incluso sentimentales. No obstante, desde hace tiempo, Duro Felguera ha optado por nuevas estructuras productivas para su proyección global. En los próximos dos años, según informa este periódico, la empresa reducirá su plantilla en Langreo en más de 400 trabajadores. Un duro golpe para un concejo muy castigado por múltiples reconversiones. Y, al margen de la crisis, lo realmente preocupante es el creciente desarraigo y deslocalización de Duro Felguera del municipio langreano en el que viene desarrollando su actividad durante los últimos 150 años.

No corren buenos tiempos en el bicentenario del nacimiento de Pedro Duro: un audaz y comprometido emprendedor que transformó y dinamizó estas comarcas y que hoy sería también imprescindible para sacarlas del marasmo en que están sumidas.